
En 1982, en una conferencia sobre construcción de tierra en Tucson, Arizona, una presentación inusual desafió todo lo que los arquitectos/as pensaban saber sobre los recursos rurales. En lugar de centrarse en técnicas de construcción, el presentador, el arquitecto Pliny Fisk III, desplegó una serie de mapas dibujados a mano que revelaron algo extraordinario: Texas rural no era escaso en recursos, como sugiere la sabiduría convencional, sino rico en materiales más allá de la imaginación. Los mapas mostraban ceniza volcánica perfecta para concreto ligero, depósitos de caliche que se extendían a través de vastos territorios y bosques de mezquite que podrían suministrar tanto pisos de madera dura como aislamiento. La revelación redefinió las nociones predominantes de valor en la arquitectura.
Donde otros veían tierras áridas, la documentación cuidadosa revelaba abundancia. Donde la profesión veía la necesidad de camiones de acero y concreto, los mapas revelaban bosques de bambú y depósitos de piedra caliza. Esto abrió un nuevo lenguaje visual y conceptual para interactuar con lo que de otro modo sería lo que se denominaría "arquitectura alternativa". Los mapas sirvieron como resistencia contra un establecimiento arquitectónico que había entrenado a los profesionales para ver los paisajes rurales como espacios vacíos, esperando ser llenados con materiales importados.

La mayoría de los arquitectos estadounidenses hoy navegan por el mundo a través de una lente estrecha respecto a los materiales. Los mapas de recursos estándar se centran en cadenas de suministro industriales, rutas de envío y centros de fabricación. Privilegian materiales que pueden ser producidos en masa, estandarizados y enviados a nivel global. Los materiales locales, si es que aparecen, son relegados a los márgenes como alternativas o productos especiales.
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Del bosque al marco: LEVER Architecture sobre diseño regenerativo y abastecimiento de materialesEste "pensamiento de importación" refleja patrones coloniales más profundos en la arquitectura. Las áreas rurales se convierten en sitios de extracción donde se cosechan materias primas y se envían a centros urbanos para su procesamiento y consumo. Los sistemas de conocimiento que podrían transformar estos materiales localmente siguen siendo invisibles para los profesionales fuera de estas regiones. Por ejemplo, un ranchero de Texas podría saber exactamente qué depósitos de arcilla funcionan mejor para el yeso de tierra, pero ese conocimiento no se traduce en catálogos de suministro arquitectónico. Los mapas que utilizan los arquitectos/as están enfocados en cadenas de suministro urbanas y materiales industriales, haciendo que la abundancia rural sea invisible.
La metodología de Fisk con el proyecto de mapeo de Texas fue más allá de documentar dónde existían los materiales para registrar cantidades y posibilidades de procesamiento. Lo más importante, documentó las redes de conocimiento local que podrían transformar materias primas en componentes de construcción. En lugar de simplemente documentar depósitos, identificó extractores locales, fabricantes y albañiles que entendían cómo trabajar con estos materiales.

Al superponer mapas de diferentes materiales, los investigadores pudieron identificar "áreas de rica coincidencia": lugares donde múltiples recursos se juntaban para permitir enfoques completamente nuevos para la construcción. En el sur de Texas, por ejemplo, se identificaron ubicaciones donde la ceniza volcánica, el caliche y los depósitos de cal convergían, creando posibilidades para cimientos, muros y bloques de techo ligeros, todos provenientes de unos pocos kilómetros. La convergencia de materiales en el paisaje hizo que la construcción fuera inmediata y local. Este enfoque reveló lo que llegó a ser llamado "coincidencia espacial": el reconocimiento de que la construcción sostenible no se trataba solo de materiales individuales, sino de entender cómo los sistemas de recursos locales podían trabajar juntos.
Usando esta metodología, un prototipo de edificio empleó mezquite para pisos y aislamiento, caliche para masa térmica y bambú para refuerzo estructural. Un sistema de techo de goteo transformó la estructura en un dispositivo de control climático alimentado únicamente por la física y materiales de origen local. El rendimiento del edificio se destacó, con su sistema de techo irradiando hasta 100 BTU por 0.09 metro cuadrado hacia el cielo nocturno, compensando la ganancia de calor típica de una estructura bien aislada. La verdadera innovación fue sistémica: el edificio demostró cómo los materiales locales respondían a las necesidades tanto ambientales como económicas.
Paralelismos contemporáneos y posibilidades digitales

Las herramientas digitales de hoy ofrecen nuevas oportunidades para extender esta visión. Las comunidades indígenas de todo el mundo están utilizando Sistemas de Información Geográfica (SIG) para documentar conocimientos ecológicos tradicionales y afirmar derechos sobre la tierra. Los académicos se refieren a esta práctica de visualización para desafiar representaciones oficiales de paisajes como "contra-mapeo". Los proyectos de mapeo contemporáneos revelan relaciones y posibilidades que a menudo son pasadas por alto por la planificación convencional, extendiéndose más allá de la simple documentación. Los sistemas de mapeo indígena demuestran cómo la tecnología puede amplificar en lugar de reemplazar los sistemas de conocimiento local. Mejoran la planificación moderna de la conservación al integrar el conocimiento ecológico tradicional con la gestión de datos científicos.
El prototipo de Texas se convirtió en una prueba de la planificación ecológica de la tierra. El enfoque comienza con entender los sistemas de recursos locales antes de diseñar un proyecto. El proyecto generó empleo local en el procesamiento de mezquite, la producción de bloques de caliche y el cultivo de bambú, empoderando a las comunidades rurales para impulsar el desarrollo sostenible de manera independiente a la inversión externa.

Las implicancias para el futuro de la práctica arquitectónica son sorprendentes. Los levantamientos con drones podrían identificar materiales abandonados de edificios demolidos. Los sensores de suelo podrían mapear depósitos de arcilla adecuados para la construcción de tierra. Los proyectos de ciencia comunitaria podrían documentar el conocimiento local de procesamiento y técnicas de construcción tradicionales.
La metodología ha influido en una generación de practicantes que trabajan en arquitectura bioregional donde el mapeo se aprovecha como una práctica de diseño que puede revelar nuevas posibilidades sobre cómo construimos. Sugiere la posibilidad de una arquitectura que surja de un lugar en vez de ser impuesta sobre él.
A medida que aumentan los costos de transporte y las cadenas de suministro se vuelven cada vez más inestables, la capacidad de construir con materiales locales es ambientalmente responsable y económicamente esencial. El mapeo de recursos transforma el papel del diseñador de importar soluciones a revelar la abundancia existente. El cartógrafo trabaja más allá de la documentación para ser un facilitador de la autodeterminación comunitaria.

En el suroeste americano, los arquitectos/as están mapeando depósitos de arcilla de adobe y conocimientos de construcción tradicionales. En el noroeste del Pacífico, los investigadores documentan especies de madera locales y técnicas de procesamiento indígenas. En las Grandes Llanuras, los proyectos exploran las posibilidades estructurales de los pastos de pradera y la piedra local. El mapeo se convierte en una herramienta de revelación, mostrándonos que las soluciones a nuestros desafíos más apremiantes podrían ya existir, esperando ser documentadas, entendidas y transformadas en los edificios que necesitamos.
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