¿A quién sirve la arquitectura hoy en día?

En el año 1969, el colectivo The Architects' Resistance, formado por estudiantes de las universidades de Yale, Columbia, y el Massachusetts Institute of Technology (MIT), publicó un manifiesto llamado Architecture: Whom Does It Serve? (Arquitectura: ¿A quién sirve?)

Con este manifiesto, el grupo buscaba situar la práctica de la arquitectura en un contexto económico, social y ambiental más amplio que lo que les enseñaban dentro de las aulas. En apenas dos páginas y media, encontramos un potente llamado a reivindicar una arquitectura más social y con conciencia ecológica, que denuncia sin ambigüedades el papel que jugaba la arquitectura durante esos años como una práctica al servicio de aquellos en el poder, mientras añadían que “la sumisión del arquitecto al sistema comienza con la creencia de que poseen herramientas y conocimientos especiales que son inaccesibles para el público.”

En este texto explican además que esta postura grandilocuente y de superioridad se veía reforzada por la idea de que existen “esas cosas ‘especiales’ que sólo conocen los arquitectos” y que por tanto, permite a arquitectas y arquitectos ignorar el valor real de la profesión, y escudarse en esta forma de pensar para no asumir el verdadero papel que deben tener dentro de la sociedad, que es el de ser aliadas y no salvadoras de las personas que habitan sus edificios y ciudades.

Para contextualizar, cabe recordar que el final de la década de 1970 fue una época marcada por los movimientos civiles, entre los cuales se pueden destacar las protestas en contra de la guerra de Vietnam, los movimientos liderados por los Black Panther en contra del racismo estructural que sufría la población negra en Estados Unidos y los movimientos en diversos países que buscaban exigir a los gobiernos una toma de conciencia acerca de los desastres medioambientales que el capitalismo estaba provocando a escala mundial.

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School Strike 4 Climate protest rally in Australia. Image © Holli | Shutterstock

Tan solo un año más tarde de la publicación de Architecture: Whom Does It Serve?, el 23 de Abril de 1970 tendría lugar una manifestación que solo en Estados Unidos agrupó a más de 20 millones de personas, que con el lema “Save Our Planet” hacía un fuerte llamado a la acción para proteger el planeta, dando inicio a lo que hoy en día conocemos como El Día de la Tierra (Earth Day). A pesar de lo que denunciaba el colectivo The Architects' Resistance, aún quedaba parte de la profesión que tenía un papel visible e importante dentro de todos estos movimientos, por su implicación en los ámbitos sociales, políticos y económicos. Sin ir más lejos, para la primera campaña de Save Our Planet, el arquitecto Buckminster Fuller diseñó una serie de sellos postales en contra de la contaminación del planeta, de los que se imprimieron 175 millones, junto a una colección de posters diseñados por él mismo, junto a Roy Lichtenstein, Georgia O'Keefe, Edward Steichen, Ernest Trova, y Alexander Calder, con diseños que hablaban de la protección del agua, el aire, la vida silvestre, las personas y las ciudades.

Pero a partir de la década de 1980 y la entrada al sistema de un neoliberalismo depredador, liderado principalmente por Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher en Reino Unido, la arquitectura se olvidó de esta faceta activista. Al contrario, se unió a fondo a la carrera desmesurada por el crecimiento económico, la rentabilidad privada y el individualismo que caracterizaron las políticas económicas de esos años, dejando de lado esa mayoritaria visión más social y comprometida de la profesión que se promovía la década anterior. Ejemplos se podían encontrar no solo en Estados Unidos, sino también en Europa a través de los procesos participativos que popularizó Giancarlo De Carlo en Italia, o en Latinoamérica con casos como las ​Cooperativas de Ayuda Mutua que se construyeron en Uruguay entre 1968 y 1975.

Es importante recordar que con la entrada global del neoliberalismo de los años ochenta, no sólo la arquitectura cambiaba, también el papel de las universidades cambió, dirigiéndose hacia una privatización del conocimiento, que Franco ‘Bifo’ Berardi describe como "el sometimiento de la investigación al estrecho interés del beneficio y la competencia económica''. Desde entonces hasta la fecha, las universidades, incluyendo las escuelas de arquitectura, han sido cómplices de este sistema privativo, que en raras ocasiones responde a la complejidad social en que vivimos. 

En este contexto es válido entonces preguntarse si hoy en día la arquitectura sirve a la sociedad. No es una pregunta fácil—aunque lo podría parecer—y para poder responder a ella, primero debemos cuestionarnos qué entendemos por “sociedad”. Quizás la mejor forma de hacerlo sea abandonar las lentes convencionales y verla a través de un caleidoscopio, que nos muestre una percepción de la sociedad que incluya esa diversidad de especies que junto a nosotras, también habitan, transforman y afectan nuestras ciudades, nuestro pequeño mundo. Hablo de los árboles, el viento y las hojas secas que bailan a su ritmo, los pájaros, las hormigas, y a veces los jabalíes [PDF]; pero también hablo de las cámaras de videovigilancia, de las ondas electromagnéticas, los sonidos—los que nos gustan, como el canto de los pájaros y los que no, como el ruido del camión de la basura. Katayoun Arian llama a esto una ecología política queer, concepto dentro del cual se debe entender la palabra queer en toda su complejidad, es decir, una ecología que desafía toda posible categorización y que, por tanto, incluye todas las razas, sexualidades, géneros, clases sociales y lenguas; o como bien lo describe José María Torres Nadal, “la ciudad como un espacio político lleno de cuerpos diversos, de sexualidades distintas, de materias nuevas y mutantes, de entidades vivas que a veces discuten y pelean entre sí y otras hacen el amor.”

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Design Earth. Pacific Cemetery. Cosmorama, un proyecto presentado en la exhibición 'Doce Fábulas Urbanas'. Imagen cortesía de Doce Fábulas Urbanas

Entonces miro a mi alrededor y soy optimista: estamos viviendo un momento de cambio que invita al disenso—un disenso y unas fricciones necesarias entre seres humanos y todas esas alteridades no humanas que nos acompañan en este viaje—, permitiéndonos también recobrar la agencia de la arquitectura en ese espacio urbano que es nuestro campo de acción. Recientemente hacía notar este optimismo en mi texto para el catálogo para la exposición Doce fábulas urbanas, en el que apenas hace año y medio escribí:

Tan solo en el último año, calles por todo el mundo, desde Líbano a Santiago de Chile, han acogido una multitud de protestas, en estos pasados meses hemos podido ver como diversas ciudades de Estados Unidos han estallado y cientos de miles de personas han tomado las calles para unirse al movimiento Black Lives Matter para protestar contra la segregación racial y los abusos policiales; en momentos así nos damos cuenta de que la ciudad es también ese aire que compartimos, y que cuando le es negado a una persona, es responsabilidad de todos reclamarlo

Es por todo esto que me ha parecido relevante recuperar el escrito de Architecture: Whom Does It Serve? en un momento de disenso en que la pregunta “arquitectura, ¿a quién sirve?” podría tener infinidad de respuestas, todas acertadas, todas equivocadas, todas contradiciéndose y complementándose al mismo tiempo. Y dentro de esta diversidad, aparentemente caótica, existen hilos conductores que nos pueden dar pistas no para organizar el caos, si no para entenderlo y habitarlo y por tanto, para aprender ‘a seguir con él.’ En su libro Staying with the Trouble (Seguir con el problema), Donna Haraway nos incita a “generar problemas, suscitar respuestas potentes a acontecimientos devastadores, aquietar aguas turbulentas y reconstruir lugares tranquilos,” mientras recalca la importancia de estar verdaderamente presentes en una sociedad que nos ha acostumbrado a pensar siempre en relación a futuros hipotéticos. Anna Lowenhaupt Tsing también nos muestra que existen múltiples formas de ‘habitar el presente’ en su libro The Mushroom at the End of the World (La seta del fin del mundo), tomando como ejemplo la seta Matsutake y su capacidad de reaccionar y adaptarse a la incertidumbre, a través de una fascinante historia de relaciones y colaboración entre especies, de las cuales tenemos mucho que aprender.

Y entonces paro un poco y miro de nuevo a mi alrededor y encuentro proyectos como #XFORMAS, al que Nicolás Valencia describe como “un modelo para armar.” y pienso en el gran potencial de la arquitectura para tener esa necesaria incidencia dentro del ámbito social, en la medida en que aceptemos que quienes practicamos la arquitectura somos solo una pieza más de este modelo para armar, que es un modelo siempre en construcción, que en ningún momento podemos dar por finalizado, porque cuando creemos que está terminado, las realidades sociales, culturales, ambientales y económicas, ya habrán cambiado y tendremos que volver a leernos el manual de instrucciones e intentar armarlo de nuevo.

Es por eso que el enfoque multivocal de las conversaciones que dan forma a este proyecto—con arquitectas y arquitectos que cuentan con diversas experiencias profesionales y que han trabajado en diferentes ámbitos geográficos—nos permite acercarnos a la práctica arquitectónica desde formas de hacer muy diferentes entre sí, respondiendo a la complejidad del mundo que habitamos, de la sociedad de la que somos parte. Desde la curaduría, la pedagogía, la crítica y la edición, la construcción y su relación con el mercado, #XFORMAS es un proyecto que responde acertadamente a lo que Donna Haraway llama “parentescos raros”, cuando hace un llamado a la multivocalidad y multidisciplinariedad al decir, “nos necesitamos recíprocamente en colaboraciones y combinaciones inesperadas. Devenimos-con de manera recíproca o no devenimos en absoluto."

Para poder “devenir-nos de manera recíproca” debemos también pensarnos desde otras narrativas y reinventarnos como arquitectas y arquitectos; debemos rechazar y desaprender de un sistema que se nos ha quedado obsoleto y explorar nuevas posibilidades para esos mundos que pueden y deben ser. Esta actitud debe incluir demandas para actuar e imaginar formas de hacer que se encuentran fuera del status quo, pero también compromisos. Al romper las reglas preestablecidas de lo que por muchos años se ha entendido por “arquitectura”—una profesión vinculada al privilegio y a posiciones de poder, enfocada esencialmente en la competitividad y el individualismo—estamos creando nuevos campos de acción y con ellos, asumiendo nuestra responsabilidad como parte de este futuro que es un continuo presente, nuestra responsabilidad para ser parte de una profesión que responda a la necesidad de trabajar para lograr entornos más afectivos, inclusivos, feministas e interseccionales.

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Picnic en el borde de Estados Unidos-México. Imagen © Marc Azoulay

Es por eso que al volver la vista atrás y leer manifiestos como Architecture: Whom Does It Serve? y contextualizarlos en el momento actual, a través de pensadoras como Haraway y Tsing, constantemente me pregunto ¿cómo encontrar un equilibrio entre nuestras preocupaciones globales y el cuidado y los afectos que necesitamos compartir a pequeña escala para poder devenir-nos de manera recíproca? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre las diferentes realidades que coexisten en nuestro planeta, en sus infinitos y diferentes contextos? La verdad, no tengo una idea muy clara, pero si dejo a mi mente divagar, siempre vuelvo a una palabra que me gusta mucho, tanto por su significado como por su epistemología: 'conspirar', una palabra que viene del latín conspirare, “respirar juntos”. En particular desde el inicio de la pandemia, que nos ha hecho incluso llegar a temer la respiración de los demás, me pregunto cómo seguir viviendo, coexistiendo, compartiendo, deviniendo-nos. ¿Cómo seguir conspirando?

Supongo que se pueden encontrar algunas respuestas si aprendemos a aceptar y enfrentar nuestra vulnerabilidad, aceptar la idea de que estamos navegando en la incertidumbre y, por lo tanto, necesitamos más que nunca seguir conspirando—respirando juntos, respirando con los otros— porque al final todos esos 'otros' somos un “nosotros”. Y en este contexto, las visiones y proyectos que se mencionan en las conversaciones de #XFORMAS nos recuerdan que el presente-futuro en el que estamos trabajando nunca se escribe sobre una tabula rasa. Al contrario, la página en blanco no existe en la arquitectura, el pensamiento crítico no tiene fecha de caducidad y por tanto, las referencias, formas de hacer y entender la arquitectura, las inquietudes de los grupos de estudiantes que rechazaban una disciplina dogmática y cerrada como los que firmaron Architecture: Whom Does It Serve?, son parte de este ahora en el que encaja nuestro devenir-nos como profesión. En su libro Now (Ahora), el Comité Invisible marca de forma contundente la diferencia entre “hablar de la vida o desde la vida; hablar del conflicto o desde el conflicto.” y esto me hace pensar que en las pasadas décadas quizás nuestro error como profesión haya sido que nos acostumbramos a hablar de arquitectura pero no desde la arquitectura.

Por eso entiendo que esa pregunta planteada hace ya más de 50 años—¿a quién sirve la arquitectura?— continúa sin tener una única respuesta, pero quizás un camino viable para acercarnos a ella no es por tanto, hablando de la arquitectura sino ese seguir hablando y sobre todo, seguir cuestionandonos desde la arquitectura, desde un tejido en el que se entrelazan maneras de hacer no solo desde el diseño y la construcción, sino además, desde lo curatorial, lo sonoro, la pedagogía, la crítica, lo performativo, la edición, la conversación. Para mí, esto también es conspirar.

Este artículo fue originalmente publicado en #XFORMAS de Hacer Arquitectura (Dostercios Editorial, 2022) como Arquitectura, ¿a quién sirve?

Sobre este autor/a
Cita: Baraona Pohl, Ethel. "¿A quién sirve la arquitectura hoy en día?" [Whom Does Architecture Serve Today?] 06 ago 2022. ArchDaily en Español. (Trad. Valencia, Nicolás) Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/986396/a-quien-sirve-la-arquitectura-hoy-en-dia> ISSN 0719-8914

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