Del 12 al 19 de octubre de 2025, la ciudad de Cuenca se convirtió en el punto de encuentro para más de 150 estudiantes de arquitectura provenientes de 13 países latinoamericanos. El Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura (ELEA) XXXVII —celebrado en el marco del 40.º aniversario de la Coordinadora Latinoamericana de Estudiantes de Arquitectura (CLEA)— propuso repensar el rol del arquitecto frente a los desafíos contemporáneos del territorio.
Coordinado por el Arq. Fernando Abarca, con el apoyo de la CLEA, la Organización Nacional de Estudiantes de Arquitectura de Ecuador (ONEA), la Universidad del Azuay (UDA), la Universidad de Cuenca (UCUENCA) y el Parlamento Andino, el encuentro adoptó como eje conceptual "Huellas Resilientes": una invitación a leer la ciudad no solo como soporte físico, sino como memoria, conflicto y oportunidad.
Cuenca, con su estructura patrimonial, sus ríos y sus tensiones entre crecimiento urbano, movilidad y paisaje, se convirtió en un laboratorio vivo para el análisis y la experimentación académica.
Resiliencia territorial como enfoque académico
"Huellas resilientes" articuló un marco común para todos los talleres. El objetivo no fue únicamente identificar problemáticas urbanas, sino interpretar cómo la ciudad ha aprendido a adaptarse: los ríos como corredores ecológicos y culturales; los barrios patrimoniales como repositorios de identidad; y la movilidad como reflejo de aspiraciones y tensiones del desarrollo urbano.
Los procesos metodológicos —observación crítica, levantamientos colaborativos, análisis multiescalar y experimentación proyectual— fueron acompañados por talleristas nacionales e internacionales que aportaron perspectivas diversas sobre la práctica arquitectónica contemporánea.
Ejes académicos y procesos de taller
- Agua, Paisaje y Resiliencia Ambiental
El primer eje abordó la relación entre el sistema hídrico, el paisaje y los desafíos ambientales asociados al cambio climático. Sequías, lluvias intensas e inestabilidad del suelo demandan una gestión del agua más integral y conectada con la identidad local. El taller exploró infraestructuras verdes, soluciones basadas en la naturaleza y prácticas tradicionales que permitan regular los ciclos hídricos y fortalecer la memoria asociada a los ríos.
- Movilidad y Transporte Público
Este eje examinó las dinámicas de movilidad en Cuenca, un reto compartido por muchas ciudades intermedias latinoamericanas. El análisis territorial evidenció la creciente dependencia del vehículo privado, las limitaciones del transporte público y la desconexión entre modos. El taller planteó avanzar hacia un modelo accesible, multimodal y sostenible, entendiendo la movilidad como un derecho urbano y como una expresión de cómo se habita la ciudad.
- Identidad y Apropiación del Espacio
Desarrollado en dos talleres, este eje se centró en la Plazoleta San Francisco y la Plaza del Otorongo. Los participantes identificaron cómo las transformaciones recientes —muchas orientadas al turismo o al tránsito— han reducido la apropiación ciudadana. El análisis puso en valor la identidad urbana como construcción colectiva basada en memoria, prácticas culturales y uso cotidiano del espacio. Las propuestas buscaron resignificar estas plazas como espacios vivos, seguros e inclusivos.
- Hábitat y Patrimonio
El cuarto eje estudió las tensiones del centro histórico entre su valor cultural y los efectos de la mercantilización, el turismo y la presión inmobiliaria. La pérdida de población residente y la gentrificación fueron temas clave. El taller promovió entender el patrimonio como un espacio vivo que debe seguir siendo habitable, accesible y comunitario. Se plantearon modelos de gestión que prioricen la cohesión barrial y el derecho a habitar, reafirmando al patrimonio como soporte de resiliencia urbana, más allá de su valor económico.
Resultados: estrategias replicables y pensamiento crítico
El ELEA XXXVII produjo no solo reflexiones teóricas, sino también maquetas exploratorias, intervenciones experimentales y estrategias replicables para Cuenca y otras ciudades latinoamericanas. Los resultados convergieron en puntos clave:
- Comprender los sistemas naturales como estructuras fundamentales del desarrollo urbano.
- Reafirmar la importancia del espacio público inclusivo y culturalmente significativo.
- Recuperar el patrimonio como soporte de vida colectiva, no como objeto aislado.
- Abordar la movilidad como componente esencial de equidad urbana.
Estas conclusiones refuerzan el espíritu del encuentro: una arquitectura que dialoga con su contexto y prioriza la resiliencia como criterio estructural.
La experiencia estudiantil: aprendizaje situado y corresponsabilidad urbana
Para los estudiantes, el ELEA fue una inmersión en el aprendizaje situado. El trabajo de campo, el contacto directo con comunidades, la lectura crítica del territorio y la colaboración multinacional consolidaron una comprensión más amplia y sensible del quehacer arquitectónico.
Entre los aprendizajes más mencionados destacan:
- Aplicar metodologías reales en escenarios concretos.
- Comprender que la arquitectura se construye en diálogo con las personas y su entorno.
- Reconocer el valor del trabajo colaborativo y transfronterizo.
- Asumir la responsabilidad profesional en la construcción de ciudades justas, inclusivas y resilientes.
Cuenca se transformó en aula, laboratorio y hogar temporal para una comunidad estudiantil que confirmó que la arquitectura es, ante todo, un acto de responsabilidad territorial.
Una edición con memoria y proyección
En el año en que la CLEA celebró sus 40 años, el ELEA XXXVII reafirmó el valor del intercambio académico, cultural y humano como motor para formar a las nuevas generaciones. La edición 2025 deja como legado una mirada crítica hacia el territorio latinoamericano y una convicción compartida: proyectar desde la resiliencia es proyectar con memoria y con futuro.
