
Toda normativa nace con una intención clara: establecer un punto de partida. Es una forma de fijar un mínimo, de ordenar aquello que antes quizá se asumió de forma implícita o carecía de un marco común. Pero, como todo lo que involucra a la arquitectura —y especialmente nuestra forma de habitar—, estos marcos también evolucionan: se amplían, se ajustan y se vuelven más detallados en torno a nuevos modelos de vivienda sostenible. Este es el caso de la nueva normativa térmica en Chile, que no surge de cero, sino que forma parte de un proceso continuo que ha ido incorporando progresivamente nuevos criterios de eficiencia energética, contenidos en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción (OGUC).

