
La iluminación pública desempeña un papel fundamental en las ciudades modernas y ha evolucionado considerablemente a lo largo de la historia. En la Antigua Grecia y Roma, métodos rudimentarios como antorchas y lámparas de aceite iluminaban algunas calles. Durante la Edad Media, castillos y calles de ciudades europeas utilizaban linternas de aceite y, posteriormente, velas. Un avance significativo se produjo con la invención de la lámpara de gas a finales del siglo XVIII, que se usó por primera vez para la iluminación pública en Londres en 1807, mejorando la visibilidad en las calles y contribuyendo a la reducción del crimen. La invención de la lámpara eléctrica por Thomas Edison en 1879 revolucionó la iluminación pública, y las lámparas incandescentes comenzaron a reemplazar al gas, proporcionando una iluminación más eficiente y segura.