Iñaki Domínguez sobre gentrificación, brunch y hipsters: "Creo que tendemos hacia una homogeneidad global"

Que abran nuevas tiendas de muffins y bares de cereales en Madrid es algo más que anecdótico. Para el licenciado en Filosofía y doctor en Antropología Cultural Iñaki Domínguez (1981) esto revela el impacto urbano del fenómeno de masas que es el moderneo en España y su más reciente y caricaturizada encarnación: los hipsters.

Con el barrio madrileño de Malasaña como telón de fondo, Domínguez despliega en Sociología del Moderneo (Melusina, 2017) un ensayo intenso, absorbente y tan fresco como escrito anoche, donde analiza a esta subcultura a través de la teoría de la sociología, referentes pop y su propia experiencia en el under madrileño entre punkies, indies, ravers y grunges.

La radical transformación social y económica que convirtió a Malasaña en barrio de cupcakes, barberías hipsters y bares de cereal puede resultar familiar para el público latinoamericano: la Magdalena en Bogotá, Barranco en Lima y Barrio Italia en Santiago. "Son identidades globales gracias a Internet y los medios de comunicación", explica Domínguez en la siguiente conversación vía Skype con ArchDaily.

Cortesía de Editorial Melusina

Fuiste moderno antes que todos. ¿Cuál es tu participación en el moderneo?

La verdad es que nunca me he clasificado como moderno, pero con la edad vas viendo que conscientemente no querías consumir un identidad concreta, aunque sí participabas de todas las actividades que se engloban en el moderneo.

Yo empecé a salir por Malasaña en los años 90. En esa época era un barrio punky, pero digamos que se juntaba todo el mundo que era alternativo. Entonces yo, especialmente a partir de los 15 años, empecé a salir por Malasaña y llevaba una estética un poco retro, medio indie, medio rave. A fines del 97 el fenómeno rave tuvo mucho impacto en Madrid como en otras partes del mundo. Ahí empecé a ir a discotecas de este fenómeno, una especie de música electrónica alternativa: ibas a una discoteca y consumías cierto tipo de sustancias como el éxtasis o las pastillas. Era todo un mundo.

Ahora al ver cómo el fenómeno hípster estaba teniendo tanto impacto mediático, decidí escribir Sociología del Moderneo: tenía 20 años de trabajo de campo, muchas ideas y acababa de terminar una tesis en Antropología Cultural. Tras todo ese trabajo arduo que es la tesis doctoral, quise escribir un ensayo rápido fresco. Lo escribí muy rápidamente, como en cinco o seis meses, y tuve suerte porque encontré una editorial independiente en el primer día (Melusina), una editorial independiente de las mejores.

Entre los más jóvenes se percibe un miedo generalizado al futuro: se ve inestable, inseguro y precario en términos laborales. El consumo parece ser un refugio hípster. ¿Cuál es su búsqueda?

El hipsterismo actual ya no solo elimina el elemento político, sino incluso el género musical. El hipsterismo ni siquiera es un discurso, sino simplemente la búsqueda de la distinción. Tú antes podías decir que te gustaba el heavy metal o que te gusta algo más pop, pero el hipsterismo realmente no tiene un género asociado. Esta búsqueda de la distinción desnuda tiene que ver con los desarrollos históricos: ya hemos dejado atrás una visión romántica e idealizada de nosotros mismos y esto se expresa a través de la pura tecnología, con la imagen en HD.

Ya no hay nada evocador, ya las personas abiertamente expresan cosas y en el caso del hípster ni siquiera necesita un género musical para velar su intención de distinguirse. Básicamente lo consiguen a través del consumo, pero no un consumo necesariamente lujoso, si no lo que yo llamo las constelaciones identitarias, es decir, consumir productos para evocar una identidad hípster.

Las constelaciones son herramientas para fijar identidades y venderlas. Esas constelaciones pueden ser combinaciones de elementos de indumentaria: tu barba hípster, las gafas de pasta [graduadas] y el pantalón pitillo. Eso es una constelación a nivel de imagen, pero también hay constelaciones relacionadas con el turismo, con viajes desde España a Islandia, Berlín y Portugal. También hay constelaciones de alimentos: el brunch, el aguacate [palta], la mimosa y el Bloody Mary. Todas son constelaciones que se emplean para consumir una determinada identidad, en ellas juega un papel casi minoritario el elemento musical.

© kellycrull [Flickr], bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0

En esa necesidad que tienen de ser siempre distinto al resto, ¿no caen en inventar lo que ya existe? Porque el brunch es desayunar tarde un domingo y el muffin es una magdalena o un queque, ¿no?

Sí [Risas]

¿Es ignorancia o es parte de la necesidad de reinventar todo?

Yo creo que no es cuestión de ignorancia. Ellos saben muy bien lo que pasa: es una manera de obtener distinción. Si tú empleas esos términos en inglés entonces estás filtrando. A una cosa que es lo más cotidiana, de lo más prosaica, le entregas capital simbólico. Si tú haces referencia a ese tipo de alimentos en inglés, pues obtienes distinción, te sientes más distinguido que aquellos a tu alrededor. Atesoras de alguna forma más material simbólico y eso también es muy importante. Eso es un concepto de (Pierre) Bourdieu.

Es muy trabajoso ser un hípster, es que los límites entre el trabajo y el ocio han quedado difuminados porque una sociedad de consumo invade todos los ámbitos, incluso el privado, como lo son las redes sociales. En nuestro tiempo libre trabajamos mucho para poder proyectar nuestra identidad y al mismo tiempo buscamos en nuestro trabajo trabajar en aquello que nos gusta, en aquellos que disfrutamos. Convertimos el trabajo en ocio y el ocio en trabajo, ambos representan esa dominación de la persona en el sistema capitalista.

En el libro destacas la transformación del estatus de andar en bicicleta. En Chile la bicicleta siempre fue de pobre: el que lo usaba era porque no tenía auto. Ahora es símbolo de sustentabilidad —y está muy bien—, pero también de estatus, se deduce que esa gente puede vivir cerca del trabajo. ¿Cómo entiende el hípster la ciudad y sus barrios?

Es muy interesante lo que has dicho: las tribus tenían que cazar y con el paso del tiempo lo que fue subsistencia se convirtió en un lujo. Lo de la bicicleta es similar. Los barrios son marcas que cuentan con un prestigio simbólico y otros que no. Esto es lo que ha venido a ser la gentrificación a vista de la demanda, es decir, gente que quiere vivir en un barrio hípster porque considera que si viven en Malasaña son más distinguidos, más especiales. Se sienten más orgullosos de vivir en Malasaña, y cuando ni siquiera ellos han construido el barrio. Esta demanda de prestigio al vivir en esos lugares hace que la oferta suba los precios y que los barrios se acaben gentrificando.

© Álvaro Ibáñez [Flickr], bajo licencia CC BY 2.0. ImageBarrio de Malasaña en Madrid, España

El otro día en Facebook una chica se quejaba que Lavapiés, un antiguo barrio pobre y cercano al centro en Madrid, se está gentrificando. Ella estaba enfadada porque se iba a tener que ir del barrio porque estaba muy caro, pero ella también es culpable de ese proceso.

Yo no vivo en el centro de Madrid y no he sufrido con ningún tipo de crisis. Este tipo de búsqueda del prestigio en un espacio geográfico es muy interesante y está asociado al arte de la comodidad, vivir cerca de las cosas. Es una forma de consumir una determinada identidad: el espacio está cargado de maná, de capital simbólico y la gente lucha por ocupar ese espacio y, claro, es muy complicado mantenerse especialmente con la política laboral de hoy en España. Entonces esos jóvenes, donde la mayoría tiene de 25 a 40 años y vive en Malasaña tiene dinero de sus padres. Claramente trabajan y ganan su dinero, pero tienen un extra que es dinero de sus familiares, de alguna generación anterior que tiene mucho más solvencia.

El fenómeno de la gentrificación suele estar asociado al hípster, pero en Latinoamérica se plantea como un proceso que está articulado por el Estado a través de subsidios al mercado para repoblar el centro. Sin embargo, en tu libro identificas una figura muy específica dentro del moderneo: el moderno de pueblo, un personaje inédito para la explicación de la gentrificación, aquel que vive “una total inmediatez con la vida social y la falta de la división entre vida interior y exterior”. ¿Nos puedes comentar al respecto?

Mis padres viven en una zona de Madrid que no es el centro, pero tampoco es un suburbio. Para mí pues salir de juergas y volver a casa era algo normal, pero para una persona que viene de un pueblo o provincia esa vida privada casi no existe porque ya están acostumbrados al cuchicheo en la propia población y están fascinados por una gran ciudad ruidosa y llena de actividad.

Para el moderno de pueblo vivir en el centro es un lujo. Para mí, vivir en el centro me parece muy desagradable porque sales de tu casa y hay ruido y suciedad. No hay una separación adecuada del sitio al que voy a tomar unas copas con mis amigos a un sitio más recogido, sin tanta agitación. Entonces para una persona que ha vivido en una ciudad toda su vida, esto no es agradable. En cambio para una persona que viene de un pueblo, la música de esta agitación es primordial y además está esa cosa de dejar atrás la identidad previa, la identidad pueblerina.

Esta es otra de las razones por la que los modernos de los años 70 se tomaban tan en serio a sí mismos: sabían muy bien que ellos eran personas tan prosaicas como cualquier otra y buscaban escapar de su propia identidad. Escapar de su propia identidad es otro de los elementos más fundamentales de los más modernos: en España los más modernos son siempre personas que provienen de provincias.

Lo que sucede en Malasaña también sucede en Ciudad de México, Medellín y Santiago. Esa supuesta originalidad pareciera no tener nada de original porque es igual en todas partes. ¿El moderneo global es mera casualidad o hay conciencia respecto a eso?

Hombre, yo creo que eso es un claro ejemplo de la globalización: en cualquier país hoy puedes ir de brunch y tomar en vasos que no son vasos, sino recipientes de mermelada que son reciclados. Son identidades globales, se reproducen a nivel global producto de la globalización, gracias a Internet y los medios de comunicación. Básicamente estandariza las identidades a nivel planetaria. Cada ciudad tiene su idiosincrasia, cada comunidad tiene sus cosas culturales, pero yo creo que el peso de la globalización es importante. No solo a nivel superficial de las apariencias, sino también a nivel de los hábitos alimenticios. La globalización tiene un impacto real en la costumbres culinarias y quizás en cierto tiempo las diferencias ya sean más pequeñas a nivel cultural. Creo que tendemos a una homogeneidad a nivel global.

Cafetería en Malasaña, Madrid. Image © JJFarq / Shutterstock

Si hacemos una extrapolación del concepto de constelación, ¿qué elementos definirían una constelación arquitectónica en Malasaña? Porque está claro que sería un bar de cereal o un local que venda muffins.

Malasaña es un barrio castizo, castellano, con las típicas viviendas al exterior, donde se respeta la fachada típica del siglo XIX o más antiguo. Lo que aquí se ve es un reciclaje simbólico y aquí se integran servicios: una librería donde puedes tomarte una copa de vino y venden cierto tipo de editoriales. Luego tienes las barberías de reciclaje: la clásica era donde un señor de derechas, muy conservador y con mucho dinero iba a cortarse el pelo. Era una cosa elitista —habían 3 barberías en Madrid—, pero ahora con el rollo hípster en Malasaña tienes una barbería donde el peluquero lleva grandes bigotones y abundantes barbas y tiendas de ese tipo que venden muffins. Francesc Muñoz habla de esto mismo en Urbanalización.

Al comienzo del libro mencionas un proceso dialéctico respecto al espacio público que me gustaría que lo explicaras: la tesis es el franquismo; la antítesis, la libertad absoluta; la síntesis, la ciudad gentrificada.

Me baso en Hegel, quien tiene estas herramientas para comprender el mundo: tesis, antítesis y síntesis. En su caso, él lo aplica para procesos históricos, una dialéctica de confrontación que lleva a nuevas realidades. Como decía Heraclito, la guerra es el padre de todas las cosas, entonces si no hay conflicto, no hay progreso. En el ámbito español tenemos el franquismo represivo, pero cuando se da la transición y acaba el franquismo se da un movimiento de acción-reacción que es totalmente contrario. En los los años 70 los modernos españoles decían que “las calles serán nuestras”. Era un anhelo de los modernos hippies: ocupar las vías sin que la policía intervenga.

Yo estuve en los años 90 por Malasaña, donde era de una libertad absoluta y como la tesis era el franquismo, la antítesis era la libertad total. Nosotros podíamos hacer lo que nos diese la gana. Finalmente en los años 2000 empezó a surgir un movimiento antibotellón, en contra de beber en la calle: empieza la onda de los barrios más europeizados en los que por un lado ya no hay tanta represión como en el franquismo, pero por otro lado no es la libertad total donde puedes orinar en la calle, romper botellas, emborracharte y pelearte… Bueno, puedes salir y disfrutar, solo que es una mezcla entre ambos principios, por eso se llama síntesis.

Explicas también que el botellón es simplemente una respuesta a los aumentos de los precios de los bares y que eso tiene consecuencias en el espacio público. Espacialmente hablas sobre cómo los chinos se dividieron ciertas zonas de Madrid, incluyendo a pakistaníes y gente local que trabaja freelance.

Me he hecho más mayor y ahora no me afecta de tal modo, pero me vendría muy mal si estoy tomando una cerveza tranquilamente por la tarde del verano y me ponen una multa de 600 euros por tomar una cerveza. O te lo tomas en tu casa o te lo tomas en el bar, pero no te vamos a dejar el espacio de libertad para que lo consumas en la calle. Es una forma de dirigir todo el consumo a través de acciones concretas. 

© r2hox [Flickr], bajo licencia CC BY-SA 2.0. ImageBarrio de Malasaña en Madrid, España

Finalmente se adapta el consumo a las condiciones de España: hay unas costumbres arraigadas de beber en la calle, pero cuando cierran los locales de los chinos —que eran los que vendían las cervezas—, ese consumo se va a ir satisfecho de algún modo u otro. Y en este caso es a través de las mafias chinas que ganan ingentes cantidades de dinero. Piensa que al menos miércoles, jueves, viernes y sábado e incluso domingo están estos chinos, venden muchísimas latas de cerveza y pues sacan miles y miles de euros cada día. En determinadas zonas hay pakistaníes que tienen ocupado el centro de Madrid y satisfacen una necesidad de consumo como cualquier otra servicio. Es curioso cómo se codifican las conductas, cómo se adaptan las sociedades y sus gente a las diferencias y a las prohibiciones instituciones.

Tras esa represión y privatización del espacio, ¿la gente volvió a juntarse en casa con los amigos?

Que te vendan latas y no botellas es una forma sintetizada entre el elemento franquista de la represión absoluta y el tema de la transición de la libertad total.

Si los modernos tienden a desmarcarse del resto y a su vez otros se intentan desmarcar de los modernos, ¿no caemos en el mismo juego? Porque son signos que se agotan muy rápido y el mercado los va absorbiendo.

Sí, eso es cierto. El hípster original era alguien que quería escapar de la sociedad convencional, mientras ahora el hípster original sería quien quiere desmarcarse de los hipsters. Es una especie de lucha sin fin.

El hipsterismo tiene mucho de masoquismo: aquí en Malasaña hay una chica [Raquel Córcoles] que escribe algo se llama Moderna de Pueblo que saca comics de modernos y se burla de ellos... ahora no tanto, pero al principio se reía de ellos y de los que se burlaba consumían su cómic. Les encantaba ya solo por el hecho de verse reflejados, es un narcisismo de verse reflejado y que te insulten.

Simplemente creo que hay que tratar de vivir la vida, disfrutarla y tratar de aprender, de funcionar sin tener tan en cuenta cuál es tu identidad. Además alguien que tiene una identidad individual bien asentada no le da importancia a si es considerado hípster o no por los demás. Es una actitud muy teenager, muy juvenil.

Sociología del Moderneo está a la venta en Melusina y Amazon. Revisa la versión extendida de esta entrevista.

Iñaki Domínguez. Image Cortesía de Iñaki Domínguez
Sobre este autor/a
Cita: Nicolás Valencia. "Iñaki Domínguez sobre gentrificación, brunch y hipsters: "Creo que tendemos hacia una homogeneidad global"" 06 sep 2018. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/899936/inaki-dominguez-sobre-gentrificacion-brunch-y-hipsters-creo-que-tendemos-hacia-una-homogeneidad-global> ISSN 0719-8914

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