
Cuando pensamos en las ciudades y la vida urbana, solemos enfocarnos en la infraestructura, la cultura, el comercio, la vida nocturna y la densidad. En las metrópolis donde parece existir una oferta infinita de actividades —sobre todo para adultos—, el juego rara vez entra en la conversación. Sin embargo, jugar debería considerarse una parte vital de la vida urbana. El juego influye directamente en cómo imaginamos y construimos las ciudades del futuro, comenzando por la manera en que los niños interactúan con su entorno. La experiencia de jugar —y, más específicamente, el diseño y la existencia de áreas de juego— deja huellas profundas en la forma en que las personas crecen en contextos urbanos. Estos espacios constituyen el primer vínculo físico de un niño con el paisaje urbano. Por eso, el juego merece mucha más atención en las discusiones sobre bienestar urbano, habitabilidad y diseño del espacio público.










