
La región que hoy conocemos como Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) ha tenido una ocupación continua y dinámica desde hace más de 4,000 años. La evidencia arqueológica y antropológica revela las presencia de sociedades humanas complejas en las riberas de la cuenca lacustre empezando por Tlatilco y Cuicuilco en el periodo preclásico, pasando por Teotihuacan en el clásico, hasta culminar con los distintos centros urbanos de filiación nahua en el posclásico, destacando indudablemente las ciudades de Mexico Tenochtitlan-Tlatelolco, al igual que Texcoco, Azacapotzalco, Iztapalapa y Chalco, entre muchas otras.
Aquellas “Tantas ciudades en el agua”, como refiere la crónica de Bernal Díaz del Castillo, conformaban un complejo sistema económico y social entretejido con el ecosistema lacustre que al momento del contacto con occidente se conocía como Anáhuac, lugar junto al agua. La instauración del régimen colonial y su continuación desde la nación independiente, trajo consigo el deterioro ecológico regional para privilegiar una centralidad que omitió, desde una visión sesgada por el poder político, la existencia de su entorno natural y social y se definió a sí misma como la única ciudad, legitimándose como la única entidad capaz de absorber y devorar todos los recursos territoriales y naturales para su propio beneficio. Las otras experiencias urbanas fueron históricamente negadas, relegadas al márgen de la narrativa, a la periferia. Esta periferia se convirtió desde entonces en un recurso de explotación, territorios de despojo sin más utilidad que satisfacer las necesidades de la ciudad central, la capital.
