Los inquilinatos en Bogotá: desde la problemática socioespacial hasta una propuesta arquitectónica habitacional

Este artículo de Valeria Abello Aldana y Miriam Kuehler fue publicado originalmente con el título "Los inquilinatos en Bogotá: desde la problemática socioespacial hasta una propuesta arquitectónica habitacional" en el número 31° de la revista Dearq el 01 de septiembre de 2021 (DOI: https://doi.org/10.18389/dearq31.2021.06).

El artículo visibiliza la tipología del inquilinato como una forma de habitar relevante para la población más vulnerable. Se describe su situación actual y sus dinámicas socioespaciales y se reflexiona sobre aspectos negativos y potenciales, para llegar a la hipótesis de que los inquilinatos son una problemática resultante de factores económicos y sociales que se reflejan en el aspecto espacial; entonces, si se plantean desde la arquitectura, tienen el potencial de convertirse en una alternativa digna de vivienda. Por consiguiente, el proyecto arquitectónico pretende validar esta hipótesis, generando una discusión en torno al inquilinato como una solución habitacional. 

A continuación, lo presentamos como parte de una colaboración conjunta para contribuir a la difusión de investigaciones, análisis y opiniones que la comunidad académica nacional e internacional elabora sobre la arquitectura, los temas de la ciudad y las áreas relacionadas.

Contexto

La situación global producida por la COVID-19 ha abierto un nuevo debate desde la arquitectura sobre cómo debería ser el tipo de vivienda que es capaz de responder a la actual crisis sanitaria y cómo repensarla en el futuro. Pero también ha visibilizado problemáticas en torno al habitar que nunca habían sido temas de discusión pública. Una de las situaciones que ha llamado la atención mediática es aquella que se vive actualmente en los inquilinatos y pagadiarios. Entre las problemáticas que se complejizaron debido a la situación sanitaria, cabe resaltar el hecho de que esta tipología de vivienda impide que las personas puedan tomar medidas de aislamiento físico, dadas las condiciones de hacinamiento. Además de no poder tomar medidas sanitarias adecuadas, las condiciones de presión económica limitan la capacidad de pago de las personas, lo que ha llevado a desalojos masivos.

Ahora, a pesar de la resonancia mediática que tuvieron los desalojos, los inquilinatos y pagadiarios siguen siendo una problemática socioespacial poco tratada. Aunque se encontró que en ciudades como Medellín se han tomado importantes decisiones desde hace unos años, como el Acuerdo 19 del 2016 y el Decreto 0145 del 2019, en Bogotá son más limitadas las medidas tomadas al respecto. Cabe mencionar que se encuentra el Proyecto de Renovación de un Inquilinato de la Fundación Candelaria, actualmente patrimonio de 1992 (Marta Lucía Gallo, conversación telefónica con la autora, 7 de abril del 2020) y el Plan Piloto para el Mejoramiento de Inquilinatos en el barrio Egipto (La Milagrosa y Betania), de 1994 (Clemencia Escallón de Acevedo, mensaje de correo electrónico con la autora, 25 de marzo de 2020; “Plan piloto para mejorar los inquilinatos” 1994). Sin embargo, se concluyó que desde entonces y hasta las últimas administraciones, se ha debatido el tema como un aspecto de la revitalización urbana del centro de la ciudad, pero no se ha realizado ningún proyecto específico (Alejandro Florián Borbón, mensaje de correo electrónico con la autora, 16 de agosto de 2021). Además, los estudios académicos sobre el tema son escasos.

Metodología

Por esta razón, la presente investigación se desarrolla bajo un enfoque cualitativo, empleando instrumentos teóricos, pero, sobre todo, empíricos. La investigación teórica incluye revisión de literatura, fuentes periodísticas, estudios estadísticos, informes poblacionales y evidencia fotográfica, esto teniendo en cuenta dificultades a la hora de acceder a la información, debido a la falta de datos oficiales y a la escasez de trabajos académicos al respecto, principalmente en Bogotá. En paralelo, se utilizan instrumentos de investigación empírica en campo, como visitas al lugar, entrevistas a habitantes y administradores de los inquilinatos, también sorteando dificultades como la poca disposición a proporcionar información o dificultades a la hora de realizar el trabajo de campo, por temas de seguridad. Por otro lado, se entrevistó a docentes y profesionales vinculados con el tema y se llevaron a cabo levantamientos de datos en entidades públicas. Adicionalmente, en la tesis de Valeria Abello Aldana (2020), “Hábitat Micro Temporal”, se emplea una metodología proyectual, con el fin de generar una reflexión acorde con la realidad actual, planteando una propuesta arquitectónica como instrumento para dicho fin.

La problemática socioespacial 

Los inquilinatos son una forma de habitar tradicional e histórica de Bogotá, colectiva, temporal e informal (Ocampo Ríos 2013, 36). Distintas personas viven bajo un mismo techo, donde cuentan únicamente con su habitación, ya que comparten baño y cocina entre aproximadamente diez personas. El pago es diario y la duración de permanencia varía: puede ser algo transitorio pero muchas veces se vuelve permanente. Estos inmuebles son un negocio informal (89) y los administra una persona que cobra por el cuarto subarrendado (Coupé 2018). Los inquilinos —muchas veces familias enteras— adquieren el derecho a usar el inmueble, pero sin seguridad de tenencia (Ocampo Ríos 2013, 70 y 149).

Los inquilinatos como tipo de vivienda y negocio existen en toda Latinoamérica, pero se conocen bajo diferentes nombres: vecindades, conventillos (Coupé 2018), callejones, ciudadelas, cortiços… (Harms, Pfeiffer y Ludeña 1996). En Colombia también se denominan pagadiarios; sin embargo, hay que aclarar que no son equivalentes a los inquilinatos (fig. 1). Los pagadiarios se distinguen por tener condiciones mucho más precarias y, por ello, precios más bajos (“La resistencia de los emberá” 2018). Se paga por cama o colchón y el hacinamiento es extremo. Al carecer de las condiciones mínimas de habitar, más que una vivienda, son un negocio de explotación con rentabilidades.

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Figura 1. Pagadiario vs. inquilinato. Fuente: Miriam Kuehler.. Image Cortesía de Revista Dearq

Tradicionalmente, los inquilinatos se ubicaban en el centro, en casas coloniales y republicanas, en barrios como La Candelaria, Santa Fe y Los Mártires. Hoy en día, se han dispersado por distintas localidades de Bogotá, como Tunjuelito y Barrios Unidos (Secretaría Distrital de Planeación 2017). Actualmente, se encuentran en viviendas multifamiliares, oficinas, talleres y bodegas, y surgen informalmente en inmuebles que se adaptan y transforman de manera improvisada, como se evidencia en la figura 2, que buscan obtener el mayor provecho por el subarriendo del mayor número de cuartos (Álvarez 2003, 21). Así, aun cuando el precio del cuarto por noche es de aproximadamente 15.000 COP, estos se convierten en 450.000 COP al mes, que para el arrendatario se traducen en 9.000.000 COP, si tiene al menos 20 cuartos.

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Figura 2. Transformación de una casa unifamiliar. Fuente: Miriam Kuehler. . Image Cortesía de Revista Dearq

Es por ello por lo que, a la hora de adaptar los inmuebles, las condiciones de habitar no se tienen en cuenta, y presentan incluso problemas de habitabilidad y salubridad; pero, sobre todo, de hacinamiento. Lo que era un hogar de seis personas se convierte en el techo de treinta. Cualquier espacio se puede convertir en una pieza, sin importar la iluminación o la ventilación natural, y las habitaciones, a pesar de sus medidas reducidas, se convierten en microuniversos y el escenario donde toda la vida familiar sucede (Cuervo-Calle 2009, 54).

Los espacios complementarios, como baños, cocinas, salas y patios (fig. 3), los comparten entre todos y, frecuentemente, se vuelven escasos (fig. 4). El número de usuarios por espacio sobrepasa el nivel aceptable y causa situaciones críticas (CEHAP 2006). Además, las difíciles condiciones físicas se superponen a complejas situaciones sociales, que producen conflictos, violencia y abuso, donde niñas, adolescentes y mujeres se convierten en la población más vulnerable (Olga Lucía Ceballos Ramos, en entrevista con Miriam Kuehler, 30 de mayo del 2018). 

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Figura 3. Espacios dentro de un inquilinato. Fuente: Miriam Kuehler.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 4. Distribución espacial de un inquilinato. Fuente: Miriam Kuehler.. Image Cortesía de Revista Dearq

Estas condiciones de precariedad se han potenciado con la crisis sanitaria de la COVID-19. La falta de condiciones de habitabilidad y salubridad adecuadas aumentan el riesgo de infección. Adicionalmente, la situación de hacinamiento y la obligación de usar espacios compartidos impide aislarse. Hacer cuarentena se vuelve casi imposible teniendo en cuenta, además, el aumento de los casos de violación intrafamiliar (Cepal 2020, 6). Esta es la realidad actual de sus habitantes.

Dinámicas sociales 

La población de los inquilinatos es muy variada: mujeres, hombres, niños, adolescentes y adultos mayores. Aunque se diferencian en estructura familiar, procedencia y ocupación, comparten ciertas características. Son personas socioeconómicamente desfavorecidas, en situación de pobreza o pobreza extrema, en su gran mayoría trabajadores informales, y los inquilinatos son la única forma de vivienda accesible, que responde sus lógicas socioeconómicas.

Existen tres factores principales que promueven la producción de los inquilinatos. El más importante es la migración tanto interna como externa, por razones como la búsqueda de mejores oportunidades o por el desplazamiento causado por la violencia (Coupé 2018). Actualmente, una gran parte de los inquilinos proviene de Venezuela, debido a la ola migratoria. Esta es una migración histórica y sin precedentes, Colombia es el principal país receptor y Bogotá es la ciudad con mayor cantidad de población migrante (Banco Mundial 2018). En general, las personas que llegan poseen pocos recursos y el inquilinato es el primer paso en la inserción a la ciudad (Fernando Cortés, en entrevista con Miriam Kuehler, 8 de junio del 2018).

La informalidad y las condiciones socioeconómicas de sus habitantes también son factores que generan oferta y demanda. Esta última, la demanda de habitaciones pagadas por día, se mantendrá mientras existan los trabajos informales pagados por día; además, porque los ingresos son escasos e irregulares. En cuanto a la oferta, están los arrendatarios que tienen características socioeconómicas similares a las de los inquilinos y para quien este negocio representa una parte esencial del ingreso familiar (Gilbert 2005, 194); pero también están los arrendatarios, que se mueven entre la ilegalidad y extraen la mayor renta posible a costo de esta población (190).

Estos factores mencionados son dinámicas presentes en la sociedad colombiana, que no solo han repercutido en la producción de inquilinatos, sino también en la producción de barrios de invasión. Pero mientras estos barrios son visibles ante los ojos de la ciudad, los inquilinatos permanecen escondidos detrás de las fachadas (Hernández 2015, 92). Los barrios informales, muchos en proceso de consolidación, hoy en día forman parte de un discurso político y un ejercicio académico; en tanto que los inquilinatos son poco estudiados, no entran en la política pública y son sistemáticamente invisibilizados en las estadísticas (Ocampo Ríos 2013, 110).

No existe un número determinado de personas que vivan en inquilinatos ni de los inmuebles que funcionan bajo esta modalidad. Por lo tanto, para este caso en específico, la estimación se basó en datos obtenidos en la Encuesta SISBÉN III del 2017, donde un 25,1 % de los hogares encuestados vive en habitaciones, y un 7,2 %, en hacinamiento (Secretaría Distrital de Planeación 2017, 11). Tomando el número de hogares en hacinamiento como dato aproximado y teniendo en cuenta que, en promedio, están conformados por tres personas, según esta misma encuesta, se podría decir que alrededor de 250.000 personas habitan en inquilinatos. Sin embargo, hay varios factores que indican que el número puede ser mayor o va en aumento. 

Por una parte, es necesario entender que los datos oficiales subestiman la realidad (Ocampo Ríos 2013, 111); por otra, es cierto que la migración por parte de población venezolana no se detendrá mientras continúe la crisis en el país vecino (Banco Mundial 2018). Además, se predice un aumento significativo de pobreza y desigualdad, debido a la crisis económica, consecuencia de la COVID-19, y para muchos, el inquilinato será la única opción de techo (Cepal 2020, 2). 

El inquilinato desde otro punto de vista 

El inquilinato, aunque evidencia situaciones socioespaciales difíciles y complejas, es una alternativa que ayuda a solventar el déficit de vivienda para la población vulnerable (Cuervo-Calle 2009, 19). Como modelo de habitar, responde a un contexto socioeconómico real, cosa que no hace el modelo de vivienda formal en Colombia. Cabe resaltar que el habitante del inquilinato es una persona cuya capacidad adquisitiva es baja o nula, que en la mayoría de los casos no solo tiene que velar por sí mismo, sino que también por toda su familia, lo que lo deja por fuera del mercado privado formal. Para acceder a la vivienda de interés social, se tienen unos requerimientos de financiación que esta población no puede cumplir (Gilbert 2005, 166). Esto sin contar que su ubicación en la periferia de la ciudad dificulta el acceso a oportunidades de trabajo informal que, por lo general, se encuentran en el centro, lo que significa costo en tiempo y trasporte. Lo mismo sucede con los asentamientos en barrios informales: además de ubicarse en las afueras, se necesitarían ahorros para construir una casa o un salario regular, para arrendar una alcoba en una vivienda multifamiliar.

El inquilinato, en cambio, funciona de acuerdo con las lógicas socioeconómicas de la población. La ubicación central les permite estar cerca de oportunidades de trabajo y servicios públicos; acceden a este de forma inmediata sin necesidad de garantías o fiadores y, por último, el pago por día se adapta al ingreso diario. 

Así, la investigación del habitar en inquilinatos y su expresión arquitectónica y urbana da un giro interesante, cuando se reconoce que existen múltiples aspectos positivos y potenciales. El cohabitar tiene ventajas socioeconómicas, como el uso colectivo de espacios y recursos; además del valor social que se puede obtener en una situación de cohabitar adecuado, en términos de solidaridad y apoyo mutuo (Coupé 2018). Conjuntamente, son una forma eficiente de habitar con un impacto positivo ecológico y urbano, como la reducción del déficit cuantitativo de vivienda y la redensificación de la ciudad, aprovechando el uso de inmuebles vacíos o reutilizando casas patrimoniales en desuso (Álvarez 2003, 30). 

Volver el inquilinato una vivienda digna se convierte en una manera de crear una oferta de vivienda colectiva y social en arriendo, cuya producción promueve el derecho a la ciudad y contribuye a crear una ciudad más equitativa e inclusiva. Garantiza la existencia de vivienda en el centro, contrarresta la gentrificación y aporta a la creación de una ciudad de usos mixtos. Pensándolo más allá, el desarrollo de los inquilinatos como intervenciones de acupuntura urbana generaría proyectos a pequeña escala que se incorporarían al territorio, promoviendo la integración social de los habitantes y, así mismo, previendo la creación de territorios conflictivos (María Eugenia Martínez Delgado, en entrevista con Miriam Kuehler, 12 de junio del 2018). 

Ahora bien, para hacer realidad estos potenciales es necesario empezar un debate multidisciplinario acerca de los inquilinatos, que tenga en cuenta aspectos sociales, económicos y jurídicos, como la convivencia, la regulación jurídica y programas de desarrollo personal; pero, principalmente, este debate debería incluir aspectos arquitectónicos y urbanos, como el mejoramiento y la rehabilitación de inquilinatos existentes y la construcción de nuevos, como vivienda social en arriendo. Lo anterior, con el fin de responder a una demanda en aumento con ciertas dinámicas sociales específicas.

Propuesta arquitectónica habitacional 

Ahora, con el fin de demostrar los potenciales de esta forma de habitar y la hipótesis de que los inquilinatos son una problemática resultante de factores económicos y sociales que se reflejan en el aspecto espacial; entonces, si se plantean desde la arquitectura, tienen el potencial de convertirse en una alternativa digna de vivienda, se propone un proyecto arquitectónico con base en el entendimiento de la realidad social y el funcionamiento actual de la tipología del inquilinato.

El proyecto Hábitat Micro Temporal plantea un modelo de habitar colectivo que tiene como prioridad la integridad del individuo. Este parte del análisis específico del barrio Siete de Agosto, donde por medio de cartografías sociales (fig. 5) se encontró la aparición de nuevos inquilinatos, debido a que este es un sector altamente comercial. La calle se convierte en el lugar de trabajo (trabajo informal) que atrae a una gran proporción de población migrante, y consigo, la aparición de inquilinatos (Abello Aldana 2020).

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Figura 5. Cartografia social del barrio Siete de Agosto. Fuente: Valeria Abello Aldana. Image Cortesía de Revista Dearq

La propuesta parte de comprender las dinámicas sociales actuales, proponiendo un sistema de micro habitar compuesto por unidades flexibles, que no solo responden a las necesidades más básicas, sino que también pueden agruparse y desagruparse temporalmente, a fin de responder a distintas clases de familia. Las unidades cuentan con los elementos mínimos necesarios para garantizar unas condiciones de vida adecuadas, haciendo que los espacios colectivos sean espacios potencializadores y no espacios indispensables. Se reinventa la forma de habitar en comunidad, además de funcionar adecuadamente en situación de pandemia. 

Hábitat Micro Temporal

El proyecto se implanta de tal manera que se aísla lateralmente del contexto existente y genera un espacio verde y permeable como se muestra en la figura 6. De esta manera, los bordes se desdibujan y la calle entra en el espacio, con el fin de que esta forma de habitar se integre al tejido urbano. Por otro lado, teniendo en cuenta que los inquilinatos están surgiendo en diferentes puntos de la ciudad, se propone un sistema adaptable y replicable, donde después de un análisis morfológico y predial, se proponen tres módulos diferentes de cinco metros de ancho que funcionan hasta en el lote más angosto del lugar.

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Figura 6. Romper el límite. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Los módulos ya mencionados se traducen en bloques de siete, nueve y once personas, debido a que se pretende minimizar el número de personas que viven juntas, para establecer círculos de confianza, reducir la inseguridad y crear comunidad. Estos bloques se adaptan dependiendo del largo del lote, y generan múltiples posibilidades (fig. 7). Así, puede aumentar el número de personas por predio, pero se mantiene el número de personas bajo el mismo techo.

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Figura 7. Adaptabiliad del sistema. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Existen tres tipos de implantación que, además de adaptarse al ancho del lote, como se observa en la figura 8, si se tiene un lote de mayor tamaño, es posible jugar con estas implantaciones, alternando los modulos para así generar un espacio dinámico que promueva la interacción humana, como se muestra en la figura 9. A gran escala, la apuesta urbana que tiene este modelo es romper la manzana de manera progresiva (fig. 10) y generar una grieta verde, o si se tiene un mayor número de lotes, un eje híbrido de espacio verde, vivienda y comercio, lo que se puede observar en la posible implantación de la figura 11. Por medio de zonas productivas en el primer piso, esta forma de habitar se vuelve parte de la dinámica socioeconómica del barrio, pero también una calle que es parte de la realidad del lugar y un elemento que genera vida urbana. 

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Figura 8. Tipos de implantación. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 9. Versatilidad del sistema. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 10. Sistema potenciable. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 11. Posible implantación en el barrio Siete de Agosto. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

El proyecto está compuesto por unidades óptimas y unidades comunes. Aquí, las unidades individuales se complementan con espacios colectivos, mas no dependen de ellos, lo cual es fundamental en una situación de pandemia. Las unidades óptimas se plantean con base en una pregunta clave: ¿cuáles son los elementos mínimos necesarios para garantizar unas condiciones adecuadas de vida? 

En primer lugar, iluminación y ventilación, que se consigue planteando una circulación perimetral capaz de asegurar que sin importar el lote o la implantación, siempre se contará, al menos, con el mínimo de estas (fig. 12). En segundo lugar, baño propio, ya que en los inquilinatos, espacios como este se convierten en lugares inseguros, principalmente para mujeres y niñas. Esto se logra por medio de la estructura espacial del bloque, donde el edificio se compone a partir de un núcleo central, que optimiza la distribución de espacios, a tal punto que se conforman dos baños en el espacio de uno (fig. 13). A partir de este núcleo, se parte de la misma estructura espacial para conformar los tres bloques del sistema, como se puede evidenciar en la figura 14. Por último, para garantizar los elementos mínimos necesarios, todas las unidades cuentan con cocina propia, debido a la dificultad de comunizar este espacio, por problemas de salubridad y convivencia. 

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Figura 12. Cortes transversales. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 13. Estructura espacial. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 14. Cortes longitudinales. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Ahora, más que lo mínimo, se quiere pensar en un hogar. La circulación se convierte en una extensión del espacio cerrado de la cual las personas se pueden apropiar. Cada unidad cuenta con un espacio abierto, espacio verde. De este modo, la circulación perimetral, más que ser un recorrido, es un lugar de encuentro, con diferentes tipos de nichos verdes, terrazas y huertas elevadas que sirven de sustento propio para las personas, como se aprecia en la figura 15.

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Figura 15. Espacio abierto. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Teniendo en cuenta las limitantes de área, el desnivel permite distintas relaciones espaciales, múltiples configuraciones y diversos usos, como espacios de estudio y trabajo. Del mismo modo, el mueble se convierte en un elemento fundamental que responde a la falta de espacio para almacenar, sin representar espacio adicional. De esta forma, el desnivel y el mueble hacen de las unidades espacios flexibles que responden al hecho de que así como la población varía, sus necesidades también lo hacen. Además, se plantean muebles sencillos pero que, por sus medidas, cambian de uso dependiendo de la relación que adquieren con el cuerpo. Así, se proponen diez tipos de unidades diferentes, como se observa en la figura 16.

Las unidades de aproximadamente quince metros cuadrados pueden agruparse y desagruparse temporalmente, esto se debe  a que no siempre se trata de una sola persona, sino también de familias enteras, donde el número de personas cambia. Lo anterior, responde a una de las principales lógicas de la migración, donde la cabeza de familia es quien viene primero y posteriormente trae a su familia (Banco Mundial 2018). Las unidades se agrupan y desagrupan por medio de un límite flexible que no solo convierte el espacio, sino que también es una extensión del espacio en sí (fig. 17).

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Figura 17. Límite flexible = espacios temporales. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Las unidades colectivas no son algo de lo que las personas dependen, sino elementos que potencializan el desarrollo humano (fig. 18). Se pretende repensar el espacio generando articulación social y resignificando lo que los inquilinatos son hasta hoy, con el objetivo de hacer de esta forma de habitar una oportunidad para la población más vulnerable. El proyecto Hábitat Micro Temporal parte del entendimiento del individuo de una población en específico, pero sin dejar de lado que este hace parte de una familia y de una comunidad. Esta es solo una de las múltiples formas en las que se puede repensar el inquilinato y la vivienda social en general. Se trata de reinventar sus bases, teniendo en cuenta las verdaderas necesidades; para así reinventar la manera de vivir (fig. 19) (Abello Aldana 2020). 

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Figura 18. Unidades comunes. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq
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Figura 19. Hábitat micro temporal. Fuente: Valeria Abello Aldana.. Image Cortesía de Revista Dearq

Conclusiones

El presente artículo trata el tema de los inquilinatos en Bogotá como forma de habitar, solución de vivienda y oportunidad urbana. Analiza sus lógicas sociales, sus características espaciales y sus dinámicas urbanas subyacentes, teniendo en cuenta el contexto actual de la crisis sanitaria. Igualmente, resalta sus potenciales como solución habitacional digna para comunidades vulnerables, a partir de reflexiones teóricas y una propuesta arquitectónica, cuyo diseño no pretende ser una única solución a la difícil problemática, sino una exploración espacial que puede funcionar de punto de partida para futuras aproximaciones.

Se concluye que, aun cuando los inquilinatos representan una problemática socioespacial, también cuentan con distintos potenciales humanos y urbanos. Además de ser una de las soluciones de vivienda más acertadas en cuanto a dinámicas socioeconómicas, de ahí que más de 250.000 personas en condiciones de pobreza y vulnerabilidad vivan en inquilinatos en Bogotá. Por esta razón se considera que la solución no radica en su desaparición, sino en su mejoramiento y, a futuro, su potencialización.

Finalmente, se encuentra que la temporalidad, la colectividad y el micro habitar son estrategias resultantes de las condiciones sociales y económicas que, bien aplicadas, pueden entenderse como pautas de diseño, mas no limitaciones, que hacen de los inquilinatos una solución habitacional digna y asequible para esta población en específico. De este modo, la arquitectura cuenta con un papel decisivo a la hora de repensar el inquilinato, por medio de distintas estrategias de concepción del espacio que puedan hacer de este, el hogar de la población más vulnerable.

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Sobre este autor/a
Cita: Valeria Abello Aldana y Miriam Kuehler. "Los inquilinatos en Bogotá: desde la problemática socioespacial hasta una propuesta arquitectónica habitacional" 21 nov 2021. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/972172/los-inquilinatos-en-bogota-desde-la-problematica-socioespacial-hasta-una-propuesta-arquitectonica-habitacional> ISSN 0719-8914

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