
Denise Scott Brown dijo una vez: “La arquitectura no puede obligar a las personas a conectarse; solo puede planificar los puntos de cruce, eliminar barreras y hacer que los lugares de reunión sean útiles y atractivos." Aunque no puede controlar el resultado, la arquitectura tiene el potencial de preparar el escenario para encuentros casuales e interacciones sociales, fomentando así la construcción de la comunidad e influyendo en el tejido de nuestra cultura social. Es por eso que te presentamos algunos ejemplos de cómo la arquitectura puede mejorar el capital social de su entorno a través de estrategias de diseño y programación reflexiva, creando el terreno fértil para la interacción social entre diferentes grupos de personas.
El capital social se refiere a las relaciones establecidas entre grupos sociales en sociedades heterogéneas, a través de valores compartidos, confianza y reciprocidad. Un capital social sustancial significa una mayor cooperación entre los ciudadanos, menos fricciones y una aguda conciencia de los terrenos comunes y los destinos entrelazados. La arquitectura puede ayudar a construir capital social y numerosas estrategias de diseño que pueden generar un terreno fértil para la interacción social y diversas actividades no planificadas. Por una variedad de razones que van desde fomentar la cohesión social, promover la justicia social, hasta abordar la soledad y la salud mental, la arquitectura que estimula la interacción social es un tema de gran interés. A la luz del (re) reconocimiento de la arquitectura de su potencial para nutrir la construcción de comunidades, vale la pena examinar diferentes ideas y proyectos que podrían ayudar a definir un método de diseño que se centre en crear este tipo de actividades.
