114 bloques de hormigón y huellas de objetos recuerdan a las víctimas judías en Buenos Aires

Una pared de casi 40 metros de largo y 4 metros de alto, compuesta por 114 bloques de hormigón armado, cada uno impreso con bajorrelieves de casi mil objetos cotidianos - como ropa, libros, instrumentos musicales, radios, muñecos, celulares, paraguas, etc - es el memorial en recuerdo a las víctimas de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA que tiene como objetivo enfatizar la ausencia del ser humano a través de huellas.

Proyectada y construida por los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia, con un presupuesto de 4,4 millones de pesos, aportados por el Ministerio de Cultura de la Nación, el Monumento Nacional a la Memoria de las víctimas del Holocausto Judío, se encuentra en el barrio de Palermo de Buenos Aires, en plena Plaza de la Shoá, en la Avenida Bullrich con Libertador.

Conoce más detalles e imágenes del memorial a continuación. 

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Recordar es una actividad vital que da identidad a nuestro pasado y define nuestro presente. La memoria es selectiva: un complejo sistema dialéctico entre el olvido y el recuerdo. Las memorias personales y las memorias sociales están siempre sujetas a construcción, a negaciones, a represión. Son borrosas e imperfectas; no permanentes. En las sociedades modernas, la memoria colectiva se negocia en los valores, las creencias, los rituales e instituciones del cuerpo social.

© Alejandro Leveratto

Los museos y monumentos de la Shoah (término hebrero para referirse al Holocausto judío) mantienen siempre una especie de contradicción de tamaños entre el espacio representativo, metafórico, generalmente enorme, y los objetos a exhibir, casi siempre de pequeño formato. Peter Eisemann denuncia la falta de diálogo entre ambas proporciones en el discurso escrito para su memorial urbano en Berlín. La ampliación del Museo Judío de Libedskin es genial pero no resuelve el conflicto: tiene gigantescos vacíos irregulares que relatan plásticamente y con suma efectividad la angustia de la existencia y el tema de la muerte, pero cuando esos espacios son ocupados por objetos domésticos rescatados de los campos de concentración, el arquitecto se ve obligado a recurrir a vitrinas de lo más ortodoxas. 

Cortesia de Gustavo Nielsen

El caso es que la presencia de estos sencillos objetos (valijas, cartas, fotos, zapatos, utensilios, ropas, libros) es fundamental porque decanta la memoria social en memoria individual, nos habla de personas como nosotros, pero que dejaron de existir en medio de atroces castigos: persecución, tortura, vejaciones, cárcel, fusilamientos. La actualidad de la presencia de estos objetos, parecidos a los que todos nosotros utilizamos diariamente, es una indicación del peligro de que la catástrofe pueda ocurrir de nuevo, en cualquier momento, en cualquier sociedad. La visualización de estos objetos tristes es fundamental para entender el Holocausto.

Cortesia de Gustavo Nielsen

Nuestro proyecto opera mediante un sistema de piedras que llevan impresas la huella de objetos cotidianos: paraguas, libretas, vajilla, ropa, etc. Estas impresiones se realizan por vaciados de hormigón directamente sobre esos objetos. La operación estropea, destruye al objeto. La huella rescata el perfil icónico como metáfora del elemento que desapareció en la impresión.

© Alejandro Leveratto

Una huella es una señal que deja el hombre en su paso por el mundo, un rastro, el vestigio de una civilización. El negativo de esos objetos cotidianos sobre la piedra conforma una especie de fósil urbano de alta sugerencia. Son una colección que delata la vida humana a través de los objetos, pero dejándolos a un lado.  

Las piedras estarán apiladas conformando un muro. Son 114 paralelepípedos de hormigón armado de un metro de frente por alturas y anchos variables. Las alturas fluctúan entre los sesenta centímetros y el metro cuarenta. Los anchos son tres: treinta, sesenta y noventa centímetros. Los colores también varían sutilmente: el hormigón estará, en algunos casos, pigmentado.

Cortesia de Gustavo Nielsen

Las piedras serán exhibidas como reliquias, e iluminadas como esculturas. Cada piedra contendrá la huella de un solo tipo de objeto. Si se trata de utensilios, el hormigón será colado sobre cucharas, cuchillos, tenedores, platos, jarras, budineras. Si son elementos de aseo, la colada se realizará sobre peines, peinetas, cepillos, broches, afeitadoras. En el caso de ropa se considerán calzados, almohadones, cinturones, camisas, vestidos, carteras, anteojos. Para que el monumento sea aún más apropiable por la colectividad, se aceptarán donaciones de objetos con la intención de armar este rompecabezas existencial.

Cortesia de Gustavo Nielsen

La colección de ausencias realiza una transferencia de memoria al hacer pasar la memoria muerta de los objetos idos hacia la memoria viva de los paseantes. El paseante será quien recuerde la memoria de una ciudad, de cientos de existencias. Una operación de deshielo para la petrificación de los recuerdos. Aprendiendo de Jochen Gerz, hemos intentado hacer un monumento que recuerde el olvido.

Cortesia de Gustavo Nielsen

El muro tiene treinta y nueve metros de largo por una altura máxima de cuatro metros, y está incrustado sobre el terraplén del ferrocarril que acompaña la avenida Dorrego, en la Ciudad autónoma de Buenos Aires. La idea es que no tome una posición central sino que indique un recorrido, acomodándose al entorno del Paseo de la Infanta. En esto también coincidimos con el pensamiento de Jochen Gerz sobre la desnaturalización de los monumentos urbanos. El monumento que nosotros diseñamos será visible desde la Avenida del Libertador y desde los arcos de la Infanta, pero no ocupará el predio de una manera central, sino disimulada. El monumento aquí pasa a tener el formato más modesto de un mural apaisado. Los paseantes circularán sobre una plataforma de garden bloks, lo que da un aspecto final de piso verde, vivo.

Elevación

La iluminación nocturna es rasante, desde el solado, por lo que la gente que visite el monumento por las noches cortará los haces de luz al pasar, provocando sombras humanas sobre las piedras, en una participación involuntaria y espontánea.

© Alejandro Leveratto

Como artistas nos interesan las relaciones entre nuestra existencia y la existencia total, las conexiones entre el ahora y lo que pasó. Por eso este monumento de aspecto moderno no sólo se refiere a la Shoá. El muro está fragmentado en dos partes. La primera contiene solamente 29 piedras, la cantidad de víctimas del funesto atentado a la Embajada de Israel. La segunda mitad está fabricada con 85 piedras, el número de víctimas de la AMIA.

La metáfora es la de la memoria impresa en la piedra. Cientos de memorias individuales que arman el avatar colectivo de un pueblo. 

Huellas para el recuerdo.

Cortesia de Gustavo Nielsen

Arquitectos: Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia
Diseñadores Industriales: Valentín Cristiani, Diego González King, Gustavo Marinic, Lorena Ihan, I-Hsiu Chen y Fernanda García
Colaboradores Arquitectos: Santiago Defelipe, Barbara Kaplan y Patricia Ons
Ingeniera química: Edelma Bevilaqua
Iluminación: Federico Gotlib y Ionatan Ascher 
Producción: PRETENSA SACI
Asesoramiento Jurídico: Doctor Gabriel Len

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Sobre este autor/a
Cita: Javiera Yávar. "114 bloques de hormigón y huellas de objetos recuerdan a las víctimas judías en Buenos Aires" 03 may 2015. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/766070/monumento-nacional-a-la-memoria-de-las-victimas-del-holocausto-judio> ISSN 0719-8914

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