
El hormigón se posiciona como uno de los mayores emisores de CO2 entre los materiales destinados a la construcción. Por este motivo, en los últimos años se ha ubicado en el centro de atención y muchos arquitectos han innovado y experimentado con este sistema para tratar de optimizar su rendimiento, exprimir sus ventajas técnicas y solventar sus desventajas ambientales. Estas exploraciones constructivas aprovechan cuestiones como la inercia térmica del material -que con un correcto espesor habilita la materialización de edificaciones energéticamente eficientes-, explotan las ventajas asociadas a la durabilidad -permitiendo un buen envejecimiento con un mantenimiento nulo incluso en climas agresivos de alta humedad y salinidad-, consideran sus posibilidades técnicas para, por ejemplo, generar grandes luces y crear ambientes luminosos y con buena ventilación natural; y estudian otras cuestiones como la posibilidad de reutilizar los encofrados o disminuir los costes minimizando los elementos e industrializando los procesos.












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