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Arquitectos: Cazú Zegers
- Área: 903 m²
- Año: 2006
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Proveedores: GLASSTECH, Legrand / Bticino, ISOTERMIC, Italinnea, ORIANA PONZINI, PEDRO LENIZ RECINE Y CIA, PERI, Tecma, VIDROPAR
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Se nos encarga una iglesia para una comunidad pobre en un barrio periférico de la ciudad de Santiago, siendo novatos en el tema, la primera pregunta que surge es ¿cómo se piensa una iglesia, desde dónde se proyecta?, por esos sincronismos o “diosidencias” como algunos suelen llamarlo, en ese mismo tiempo llegó una joven teóloga a la oficina, para encargarnos su casa. Ella nos dijo:
La iglesia es la forma de la comunidad.
La comunidad es alegre, solidaria y trabajadora. Ellos encargan un espacio redondo, donde el altar este más cerca de la gente, con pasillos anchos para encontrarse y conversar, que no parezca una casita, sino que tenga la verdadera escala de un templo.
El gesto arquitectónico que arma la iglesia busca conducir, envolver y conectar con lo divino.
La forma se genera con un muro único que va ascendiendo y se envuelve sin cerrarse sobre si mismo, sino abriéndose a la luz, como las manos de Dios Padre que acogen amorosamente a su comunidad. Se generan dos vacíos: el vacío interior de la oración y el vacío abierto del atrio donde se da el encuentro. Estos vacíos están vinculados por un recorrido que comienza en la base del campanario hasta la altura máxima del volumen de la iglesia, donde se produce un diálogo, en el constante fluir de las distintas magnitudes.
El atrio, posee la magnitud geográfica del paisaje cordillerano y la magnitud divina, gracias a que hace aparecer una dimensión vertical del espacio urbano dentro de un contexto de edificación baja y homogénea. Al mismo tiempo, el campanario se establece como una altura hito dentro del barrio observable en lejanía.
La asamblea, vacío interior donde sucede el rito de la misa, es un espacio sereno, silencioso y centrado.
Ambas espacialidades fluyen entonces en una “fuerza centrífuga” del recorrido, cuya tensión des-hoja la longitud del perímetro, dando lugar a un espesor que recoge los distintos aspectos del rito católico.
Este trabajo desarrollado a partir de un gesto único que asciende y se deshoja para dar cabida a las partes del programa, es el mismo investigado años atrás en la casa Cala, con otra escala de proyecto, el gesto esta vez va del suelo al cielo a conectar con lo divino. Y al contrario de la casa, el gesto ascendente, al mismo tiempo se envuelve en sí mismo para abrirse a la luz, con el tajo de la lucarna central al que llamamos la luz de Cristo. Asimismo los muros se encuentran dilatándose por medio de un tajo de luz, comparable al gesto de las manos de Dios Padre que acoge a su comunidad.
El trabajo de las carpinterías, en este caso, tiene que ver con el negativo, es el moldaje que le da forma al hormigón el que requiere un alto nivel de tecnificación, para lograr curvas continuas y no facetadas, ya que la terminación de los muros es el hormigón a la vista sin revestir.
El detalle importante, se manifiesta en las celosías de los cielos y las vigas de madera laminada que forman la lucarna central, y a la vez dan forma ascendente al techo, marcando la centralidad del altar.
Las celosías cumplen una función acústica fundamental para un espacio donde se desarrolla el rito religioso. No puede existir reverberación sonora, y la forma de la iglesia y su material eran altamente reverberantes. Se logró con este simple sistema un espacio sereno de gran confort acústico.