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Arquitectos: IKSOI
- Área: 190 m²
- Año: 2022
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Fotografías:Ishita Sitwala

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Mana, el espacio de trabajo de Studio Iksoi, no busca reescribir su historia, sino involucrarse con ella. Adaptado dentro de una fábrica abandonada que pertenecía al padre de Dhawal y Mansi, este espacio de 2000 pies cuadrados es una evocadora exploración de la memoria, el descubrimiento y el diseño. La intervención es sutil pero profunda; al mantener la huella original del sitio mientras se eleva el nivel del suelo, IKSOI ha creado un espacio donde lo familiar se vuelve extraño, y donde las paredes que antes encerraban funciones, ahora invitan a la curiosidad. Ni una mera restauración ni una reinvención drástica, Mana existe en el intermedio, donde la arquitectura se convierte en un diálogo silencioso entre lo que fue y lo que podría ser.

Desde el exterior, el estudio revela muy poco. El sitio está protegido por altos muros perimetrales que se elevan entre 4,5 y 6 metros, marcando un límite claro frente al entorno industrial, gris y áspero. Al ingresar, un sorprendente estallido de color rompe de inmediato la monotonía: una composición monolítica de paredes enlucidas de cal, pintadas en un tono rosa apagado, deja al espectador asombrado, si no hipnotizado. Luego, una silenciosa sensación de curiosidad se apodera del espacio. “Ningún elemento está donde uno esperaría que estuviera”, observa Mansi. La ausencia de una entrada evidente solo intensifica esta intriga


Las intervenciones arquitectónicas en Mana, incrustadas en gestos sutiles, no borran la historia del sitio, sino que transforman la percepción del edificio, sumando mística a todo el espacio. Aunque la distribución de la oficina sigue la huella de la estructura original, el nivel del suelo del patio central se ha elevado para crear un efecto inesperado: los nuevos volúmenes renovados ahora se sitúan parcialmente hundidos en la tierra. Este cambio convierte lo que antes eran las puertas del salón de la fábrica en ventanas para el espacio de trabajo, preservando así la memoria de la vida pasada del sitio. Su presencia a alturas no convencionales y en tamaños diversos no obedece a normas de diseño, sino a la determinación del arquitecto de conservar la estructura histórica.


Esta reconfiguración del patio también moldea la manera en que se recorre el sitio. Compuesto por dos bloques distintos —el más pequeño, que se extiende a lo largo del muro de la propiedad, y el volumen central más grande, que alguna vez albergó las máquinas de la fábrica—, el espacio conserva sus huellas originales. Sin embargo, al carecer de un eje único que dirija el movimiento, la circulación queda en manos del visitante. Los caminos surgen de manera orgánica: algunos se revelan de inmediato, mientras que otros solo se descubren explorando. Por ejemplo, la entrada principal al espacio de oficina se camufla entre las paredes curvas, mientras que la del bloque central se encuentra en un lugar discreto, escondida dentro de un pasaje.

En el interior, la experiencia de Mana se despliega a través de una paleta de materiales sobria: los pisos de granito oscuro aportan una sensación de solidez, mientras que los elementos de madera de teca introducen calidez y textura a una estructura que de otro modo sería monolítica. A lo largo del eje principal, una serie de arcos punctúa la extensión lineal, transformando un edificio largo y estrecho en una sucesión de cubículos de trabajo. La oficina del arquitecto principal se ubica en el extremo más tranquilo del pasillo, con acceso directo a un patio escondido. Este patio, situado en el borde del sitio, solo se revela al llegar y ofrece un retiro apacible para desconectarse durante la jornada laboral, celebrar una reunión informal o relajarse tras un largo día.


En consonancia con el diálogo de Mana entre pasado y presente, Dhawal adquirió sillas danesas originales de mediados de siglo en el astillero de Alang, Gujarat. Elementos lúdicos e inesperados, en forma de gárgolas distribuidas por todo el sitio, contribuyen a la mística del lugar. Apostadas en lo alto de las paredes, estas gárgolas —tanto funcionales como estéticas— representan un gato, una vaca, un perro y un mono. Sutiles pero caprichosas, estas figuras infunden al espacio una sensación de curiosidad, invitando a los visitantes a detenerse, observar y relacionarse con la arquitectura de maneras inesperadas.

Mana,” reflexiona Mansi, “no es ni una preservación del pasado ni una imposición de lo nuevo. Es una negociación entre ambos.” Al abrazar lo que se dejó atrás y recontextualizarlo en un marco contemporáneo, IKSOI ha creado un espacio de trabajo que habla tanto de la memoria como de la reinvención. Es un lugar al que uno no solo llega, sino que es atraído hacia una experiencia. La estructura monolítica, la ausencia de entradas convencionales y los detalles cuidadosamente pensados invitan a la exploración y a la introspección. En sus gestos silenciosos y estratificados, Mana demuestra que la arquitectura, en su forma más profunda, no consiste solo en construir, sino en revelar: en permitir que el espacio narre su propia historia mucho después de que las máquinas hayan quedado en silencio.

















