Park Hill, un gran complejo de viviendas sociales en Sheffield, destaca como uno de los ejemplos más ambiciosos de arquitectura moderna en Gran Bretaña de la posguerra. Diseñado en 1961 por Jack Lynn e Ivor Smith, su concepto innovador de "calles en el cielo" tenía como objetivo combinar viviendas de alta densidad con el espíritu comunitario de los barrios tradicionales. A finales del siglo XX, el complejo había caído en un grave abandono, marcado por problemas sociales y una degradación estructural que socavaba tanto su funcionalidad como su reputación. Poco a poco, Park Hill se convirtió en sinónimo del fracaso del movimiento moderno, cargando con un fuerte estigma social y marginando a sus residentes. A partir de la década del 2000, se iniciaron esfuerzos significativos para revertir esta narrativa a través de un proceso de revitalización de dos fases.
La primera fase, dirigida por Urban Splash en colaboración con los estudios de arquitectura Hawkins\Brown y Studio Egret West, se centró en preservar y mejorar los elementos históricos del edificio al tiempo que introducía intervenciones modernas para crear un espacio habitable, funcional y atractivo. Esta etapa demostró el potencial de la reutilización adaptativa para revitalizar comunidades y recuperar íconos arquitectónicos. La segunda fase de la renovación, llevada a cabo por la firma Mikhail Riches, buscó aprovechar este trabajo inicial introduciendo nuevos elementos que profundizaron la conexión entre los espacios existentes y la vida contemporánea. Con un enfoque que combinaba sensibilidad histórica e innovación arquitectónica, Mikhail Riches continuó el proceso de transformar Park Hill en un ejemplo histórico de cómo la arquitectura moderna puede adaptarse para satisfacer las necesidades actuales sin perder su identidad original.
La fachada de hormigón visto fue cuidadosamente restaurada, las ventanas energéticamente eficientes reemplazaron las unidades obsoletas y los paneles de aluminio vibrantes animaron el exterior. Los apartamentos se reconfiguraron para cumplir con los estándares modernos con plantas abiertas, mientras que los espacios compartidos, como patios y centros comunitarios, se revitalizaron para fomentar la interacción social. Las medidas de sostenibilidad, incluidos techos verdes y un mejor aislamiento, minimizaron la huella ambiental y al mismo tiempo mantuvieron el carácter brutalista icónico del proyecto. El desarrollo creó una vibrante comunidad de uso mixto con unidades residenciales, oficinas, espacios comerciales y lugares culturales. El proyecto destaca el potencial de la reutilización adaptativa de los diseños modernos y al mismo tiempo aborda desafíos importantes, particularmente en programación, materiales y soluciones de construcción.
Es casi imposible hablar de Madrid, capital española que, además de su evidente atractivo turístico y su liderazgo como la ciudad más visitada del país —seguida por Barcelona—, es inseparable de su larga historia y de su evolución hasta la actualidad. En 2024, Madrid recibió más de 11,2 millones de visitantes, lo que constituye aproximadamente el 11,9% del total de turistas que llegaron a España ese año. Gran parte de la identidad de la ciudad, la singularidad de cada uno de sus barrios y las nuevas zonas desarrolladas a lo largo de los años están profundamente vinculadas a un crecimiento que, aunque planificado y modernizado en muchos aspectos, ha sabido preservar el carácter diverso que define su esencia urbana.
Cuando India obtuvo su independencia en 1947, la nación enfrentó una decisión que determinaría el curso de su futuro arquitectónico: ladrillo o concreto. Una elección aparentemente mundana de material estaba arraigada en una división filosófica más profunda entre dos posibles resultados para el entorno construido de la India postcolonial. Figuras pioneras en la lucha de India por la independencia sostenían puntos de vista opuestos: Mahatma Gandhi abogaba por la artesanía tradicional, mientras que Jawaharlal Nehru abrazaba el Movimiento Moderno. La arquitectura que uno ve en el subcontinente hoy en día es un mosaico de ambas, planteando la pregunta: ¿fue el movimiento moderno en India una imposición extranjera o una importación celebrada?