Detrás de capas de yeso, pintura y acabados se encuentra una intrincada red de tuberías, conductos eléctricos, vigas y otros elementos estructurales que hacen funcionar y mantener en pie un edificio, pero que permanecen invisibles a la mirada cotidiana. Dentro de estas capas, se acumulan trazas de diferentes períodos: sistemas reemplazados, adaptaciones improvisadas y soluciones técnicas que alguna vez respondieron a contextos y urgencias específicas. En la reutilización adaptativa, el mayor desafío a menudo comienza incluso antes de que comience la construcción, que es entender qué hay dentro cuando existe poca o ninguna documentación confiable. Durante una renovación, sorpresas agradables o desagradables son inevitables. Lo inesperado es parte del proceso, pero también representa costos, retrasos y factores de riesgo que generalmente desaniman a inversores y profesionales de participar en este tipo de proyectos.
España combina diversidad cultural y una larga tradición constructiva que se refleja directamente en su arquitectura. El país alberga escuelas influyentes, una producción teórica constante, una generación activa de arquitectos y una industria de la construcción consolidada, con sólidas capacidades en innovación, estandarización y exportación. La arquitectura española contemporánea se caracteriza por la pluralidad de enfoques y por la articulación entre la tradición material, la tecnología y el rendimiento.
En este contexto, los materiales desempeñan un papel central en la concepción, la expresión y la funcionalidad de los edificios. El acero, el vidrio, el ladrillo, la piedra y la madera siguen siendo recursos esenciales en la práctica arquitectónica, pero su papel va mucho más allá de la materia prima. Una vez procesados industrialmente, estos materiales se transforman en una amplia gama de productos y sistemas, como paneles técnicos, fachadas ventiladas, componentes estructurales, revestimientos extruidos y sistemas de brise-soleil.
Históricamente, la noción de infancia tal como la entendemos hoy no existía y, hasta la Edad Media, los niños eran vistos como adultos en miniatura. Según el historiador Philippe Ariès, recién a partir del siglo XVII la infancia comenzó a entenderse como una etapa diferenciada del desarrollo, que requiere cuidados, educación y protección específicos. Sin embargo, este reconocimiento progresivo no siempre se ha reflejado de forma coherente en el diseño y la organización del espacio urbano.
El teórico André Corboz, conocido por sus aportes a la lectura crítica del territorio, propone que las ciudades deben entenderse como un palimpsesto. Es decir, una superficie reescrita continuamente, donde las huellas de capas anteriores permanecen visibles incluso después de sucesivas intervenciones. Para él, la ciudad no es una entidad estática, sino un organismo en constante transformación, donde se superponen capas históricas, funcionales y simbólicas. Por ello, trabajar en proyectos de restauración o rehabilitación de edificios históricos es especialmente complejo, y exige una reflexión cuidadosa sobre el enfoque a adoptar: ¿deben las ampliaciones y renovaciones buscar una coherencia total con el lenguaje original, o afirmarse como expresiones arquitectónicas de su propio tiempo?
Diagrama esquemático para desarrollar una sección de muro basada en tectónica eco-resiliente.
Se acepta comúnmente que la aparición de musgo o vegetación en la superficie de un edificio es un signo de negligencia, deterioro o mal mantenimiento. Y esta suposición no es del todo infundada: pequeñas grietas en materiales tradicionales pueden llevar a la infiltración de agua, puentes térmicos o incluso patologías estructurales. Pero, ¿y si esta presencia orgánica no fuera un defecto, sino el resultado de la coevolución entre la arquitectura y el entorno? Esta inversión de perspectiva fue anticipada magistralmente por Lina Bo Bardi en la Casa Cirell, en São Paulo, donde los musgos, orquídeas y vegetación espontánea eran parte de la intención arquitectónica desde los bocetos iniciales. El uso de revestimientos de piedra cruda y superficies expuestas permitió que la casa se integrara en el terreno. Proyectos más recientes han profundizado aún más esta relación entre la materia construida y la vida vegetal, como los jardines verticales de Patrick Blanc y el Bosco Verticale de Stefano Boeri, que transforman fachadas en ecosistemas verticales, redefiniendo el envolvente arquitectónico como una infraestructura viva capaz de filtrar contaminantes, absorber calor y fomentar la biodiversidad.
Desi Training Center / Studio Anna Heringer. Imagen Cortesía de Studio Anna Heringer
"Los tiempos están cambiando" cantaba un joven Bob Dylan en 1964, capturando una nación en una encrucijada, atrapada por el movimiento de derechos civiles y ensombrecida por las tensiones de la Guerra Fría. Casi una década más tarde, David Bowie dirigió esa mirada hacia adentro con "Ch-ch-ch-ch-changes," una meditación fragmentada sobre la identidad, la reinvención y la transformación personal, resonando con el colapso de los ideales contraculturales y la aceleración de la globalización. Para la década de 1990, Tupac Shakur devolvió el enfoque a las calles y los centros urbanos. En "Changes", expuso las crudas realidades de la injusticia racial y la violencia sistémica, ofreciendo no resignación, sino una acusación contundente: "Así es como son las cosas."
Tres voces, tres décadas, tres maneras de enfrentar el cambio. Si el arte (aquí, a través de la música) ha servido históricamente como espejo y grito en tiempos de agitación, entonces es justo preguntar: ¿cómo ha respondido la industria de la construcción a un mundo en constante cambio, un mundo que exige urgentemente transformación? En un mundo moldeado por poderosas fuerzas económicas, la arquitectura enfrenta cada vez más el desafío de reconciliar la responsabilidad social con las realidades del mercado. Hoy, nos enfrentamos a una convergencia de crisis planetaria y fragmentación social: el planeta se está calentando, las desigualdades persisten y se profundizan, los datos se multiplican y las identidades se fracturan. En este contexto, la arquitectura ya no puede permitirse limitarse a la experimentación formal o a los imperativos impulsados por el mercado. Se le llama a repensar con claridad, responsabilidad e imaginación lo que construimos, con qué construimos, cómo construimos y, sobre todo, para quién.
Construir una cúpula monumental sin recurrir a cadenas de hierro externas ni a un cimbrado tradicional fue el enorme desafío que enfrentó Filippo Brunelleschi en la Catedral de Santa Maria del Fiore, en Florencia. Para demostrar la viabilidad de su propuesta y guiar la construcción, se apoyó en un modelo de madera a gran escala que desempeñó un papel fundamental en el estudio de las proporciones, el entrelazado de las nervaduras y la disposición innovadora de los ladrillos mediante el sistema a spina pesce (espina de pez). Como herramienta técnica esencial, este modelo —que aún se exhibe en el Museo dell’Opera del Duomo de Florencia— orientó a los maestros de obra durante toda la construcción, consolidándose como un ejemplo clave del valor de los modelos en la planificación arquitectónica, la comunicación constructiva y la experimentación.
En un escenario donde la sostenibilidad y la identidad material se convierten en prioridades en la arquitectura, algunos materiales antiguos encuentran nueva vida. El terrazo, cuyos orígenes se remontan al siglo XV, destaca como un ejemplo de cómo la tradición puede impulsar la innovación. La forma moderna tal como la conocemos hoy se originó en Venecia, Italia, en el siglo XV, cuando los trabajadores del mosaico veneciano, buscando aprovechar el mármol sobrante, comenzaron a incorporar estas piezas de gran tamaño en el mortero para crear superficies duraderas y visualmente atractivas para las terrazas alrededor de sus casas. Además de minimizar el desperdicio de materias primas, esto condujo al desarrollo de nuevas técnicas para nivelar superficies, evolucionando desde la fricción manual de piedras hasta el uso de una piedra de afilar pesada y de mango largo conocida como galera.
Generative AI (Gemini / Google DeepMind). Concept: Eduardo Souza / ArchDaily
El término "prefabricado" es capaz de evocar imágenes de construcción estandarizada e invariable, que recuerda a la arquitectura utilitaria y repetitiva del período de posguerra, donde la urgencia de viviendas rápidas y económicas llevó a la creación de unidades uniformes y a menudo monótonas. Sin embargo, la realidad contemporánea es muy diferente. A medida que avanzan las tecnologías y los métodos de construcción, la prefabricación ha evolucionado hasta convertirse en sinónimo de innovación, adaptabilidad y diseño personalizado. Hoy, esta técnica permite crear espacios multifuncionales y flexibles, que responden no sólo a necesidades prácticas, sino también a las exigencias estéticas y sostenibles de la arquitectura moderna, con la integración de materiales de última generación y la inclusión de nuevas tecnologías, atendiendo a las demandas contemporáneas de personalización y adaptabilidad.
A veces las soluciones más simples son las más revolucionarias e impactantes. Durante la crisis energética en Brasil en 2002, el mecánico Alfredo Moser desarrolló una forma asequible y eficaz de iluminar ambientes interiores durante el día. Utilizando tan solo una botella de PET instalada en el techo, llena de agua y lavandina, aprovechó la refracción de la luz solar para llevar luz a espacios hasta entonces inmersos en la oscuridad. En viviendas autoconstruidas, donde los sucesivos anexos a menudo comprometen la entrada de luz natural y ventilación, esta solución marca la diferencia. Denominada "lámpara de Moser", el invento genera una iluminación equivalente a una lámpara de 60W y se ha difundido por todo el mundo a través de diversos informes. Desde entonces, el proyecto ha seguido evolucionando y adaptándose a las necesidades de las comunidades actuales, transformando vidas a través de una solución tan simple como altamente inteligente.
El Museo Judío de Berlín, diseñado por Daniel Libeskind, emplea la sinestesia para evocar sentimientos de desorientación, pérdida y memoria a través de geometría fragmentada, iluminación contrastante y selección de ciertos materiales. Inspirado en una estrella de David destrozada, el edificio guía a los visitantes a través de pasillos inclinados y estrechos, creando inestabilidad e incomodidad. La luz, ya sea filtrada a través de rendijas o casi totalmente ausente en ciertas áreas, refuerza la atmósfera opresiva. El hormigón crudo, con su textura fría y rígida, intensifica esta experiencia, mientras que el vacío resuena con ecos y silencio. En el espacio Shalekhet (Hojas caídas), placas de metal con forma de rostros emiten sonidos inquietantes cuando se pisan, creando una experiencia auditiva perturbadora. El museo trasciende su función como espacio de exhibición y se convierte en una experiencia arquitectónica inmersiva, donde la luz, el sonido, la textura y la forma se combinan para transmitir el dolor y el recuerdo del Holocausto.
Ladrillos Rebirth. Imagen Cortesía de Jiakun Architects
El mundo observa el desarrollo de China con una mezcla de admiración, curiosidad y aprensión. Desde proyectos de infraestructura masivos (como plantas hidroeléctricas y una moderna red ferroviaria de alta velocidad) hasta el surgimiento de ciudades enteras construidas desde cero, el país exhibe una ambiciosa estrategia de crecimiento y una impresionante capacidad de ejecución. Sin embargo, este rápido progreso también trae consigo desafíos significativos y marcados contrastes. Por un lado, la modernidad se afirma en rascacielos futuristas y tecnología de vanguardia; por otro, sigue existiendo una necesidad apremiante de preservar el rico patrimonio cultural e histórico del país, reflejado en templos antiguos, palacios imperiales y ciudades históricas.
El rápido crecimiento urbano también ha traído consigo problemas como el hacinamiento, la contaminación ambiental, el aumento de la desigualdad social y la pérdida de tierras agrícolas. La urbanización a gran escala ha provocado la desaparición de pueblos tradicionales, la degradación ambiental y la homogeneización de la arquitectura y los estilos de vida en muchas ciudades chinas. Es en este contexto en el que Liu Jiakun, galardonado con el Premio Pritzker 2025, destaca por su planteamiento arquitectónico sutil pero profundamente transformador. Su obra responde a estos y otros retos de la sociedad china al tiempo que valora los materiales y las técnicas tradicionales, así como la creación de espacios comunitarios.
Serpentine Gallery Pavilion 2011, diseñado por Peter Zumthor. Imagen de Walter Herfst
En 1902, el físico Philipp Lenard descubrió que la ruptura de las gotas de agua en olas, cascadas, lluvia o niebla libera iones negativos en el aire. Esto ocurre porque, al romperse, las gotas separan sus cargas eléctricas: los electrones, que son más pequeños y ligeros, se adhieren a partículas suspendidas en el aire, mientras que las cargas positivas permanecen en el agua o se disipan rápidamente. Este fenómeno aumenta la concentración de iones negativos en el ambiente, lo cual puede influir directamente en nuestro cuerpo y mente, interactuando con neurotransmisores y funciones celulares esenciales. No es casualidad que muchas personas reporten sensaciones de bienestar, energía y claridad mental después de pasar tiempo en playas, cascadas o bosques. En Japón, esta conexión con la naturaleza se explora en la práctica de Shinrin-Yoku, o "baño de bosque", que promueve la relajación y revitalización simplemente a través del contacto con el entorno natural.
Park Hill, un gran complejo de viviendas sociales en Sheffield, destaca como uno de los ejemplos más ambiciosos de arquitectura moderna en Gran Bretaña de la posguerra. Diseñado en 1961 por Jack Lynn e Ivor Smith, su concepto innovador de "calles en el cielo" tenía como objetivo combinar viviendas de alta densidad con el espíritu comunitario de los barrios tradicionales. A finales del siglo XX, el complejo había caído en un grave abandono, marcado por problemas sociales y una degradación estructural que socavaba tanto su funcionalidad como su reputación. Poco a poco, Park Hill se convirtió en sinónimo del fracaso del movimiento moderno, cargando con un fuerte estigma social y marginando a sus residentes. A partir de la década del 2000, se iniciaron esfuerzos significativos para revertir esta narrativa a través de un proceso de revitalización de dos fases.
La primera fase, dirigida por Urban Splash en colaboración con los estudios de arquitectura Hawkins\Brown y Studio Egret West, se centró en preservar y mejorar los elementos históricos del edificio al tiempo que introducía intervenciones modernas para crear un espacio habitable, funcional y atractivo. Esta etapa demostró el potencial de la reutilización adaptativa para revitalizar comunidades y recuperar íconos arquitectónicos. La segunda fase de la renovación, llevada a cabo por la firma Mikhail Riches, buscó aprovechar este trabajo inicial introduciendo nuevos elementos que profundizaron la conexión entre los espacios existentes y la vida contemporánea. Con un enfoque que combinaba sensibilidad histórica e innovación arquitectónica, Mikhail Riches continuó el proceso de transformar Park Hill en un ejemplo histórico de cómo la arquitectura moderna puede adaptarse para satisfacer las necesidades actuales sin perder su identidad original.
La fachada de hormigón visto fue cuidadosamente restaurada, las ventanas energéticamente eficientes reemplazaron las unidades obsoletas y los paneles de aluminio vibrantes animaron el exterior. Los apartamentos se reconfiguraron para cumplir con los estándares modernos con plantas abiertas, mientras que los espacios compartidos, como patios y centros comunitarios, se revitalizaron para fomentar la interacción social. Las medidas de sostenibilidad, incluidos techos verdes y un mejor aislamiento, minimizaron la huella ambiental y al mismo tiempo mantuvieron el carácter brutalista icónico del proyecto. El desarrollo creó una vibrante comunidad de uso mixto con unidades residenciales, oficinas, espacios comerciales y lugares culturales. El proyecto destaca el potencial de la reutilización adaptativa de los diseños modernos y al mismo tiempo aborda desafíos importantes, particularmente en programación, materiales y soluciones de construcción.
En muchas culturas, el fuego es un elemento sagrado utilizado en rituales de renacimiento y renovación. Lleva un doble simbolismo: es a la vez creador y destructor, capaz de iluminar caminos o consumir todo a su paso. En la mitología griega, por ejemplo, Prometeo robó el fuego a los dioses y se lo dio a la humanidad, marcándolo como símbolo de progreso, conocimiento y poder creativo. Sin embargo, el fuego también evoca destrucción, como se ve en relatos bíblicos como el de Sodoma y Gomorra, donde se utilizaba como castigo divino. Esta dualidad también fue evidente en el incendio de 2019 en la catedral de Notre-Dame, que devastó su estructura histórica. El desastre desató una ola de solidaridad y condujo a avances tecnológicos sin precedentes, con esfuerzos de restauración que utilizaron herramientas digitales como el escaneo láser y el modelado de información de construcción (BIM) para recrear detalles intrincados y preservar el patrimonio arquitectónico.
La creación de prototipos es un elemento esencial en sectores como el diseño automotriz y la tecnología, donde el desarrollo iterativo permite probar, perfeccionar e innovar. Implica crear versiones preliminares o modelos iniciales para validar ideas y ajustar soluciones antes de la producción final de una pieza, siendo un paso crucial para identificar fallas, optimizar diseños y reducir riesgos, ahorrando tiempo y recursos en la implementación final. En la arquitectura, sin embargo, la creación de prototipos sigue siendo una práctica infrautilizada. Aunque la disciplina involucra proyectos marcados por particularidades únicas (ya sean programáticas, climáticas o relacionadas con la implantación), su aplicación podría ser transformadora. La creación de prototipos permite a los arquitectos/as experimentar con materiales innovadores, validar técnicas de construcción y probar configuraciones espaciales de una manera práctica y mensurable. Esto no sólo reduce las incertidumbres en el proceso creativo, sino que también promueve soluciones audaces y eficientes, impulsando un equilibrio más sólido entre estética, funcionalidad y viabilidad.
La industria de la construcción, tradicionalmente dependiente del uso intensivo de materiales naturales no renovables, se encuentra en un momento decisivo para reevaluar sus procesos y mitigar su importante impacto ambiental. ¿Cómo se puede satisfacer la creciente demanda de infraestructura, vivienda, atención sanitaria y educación sin agotar los recursos naturales? Si bien las iniciativas de reciclaje están ganando terreno, siguen siendo insuficientes. En este contexto, están surgiendo soluciones más innovadoras, que proponen el uso de residuos agrícolas, como el bagazo de caña, para crear alternativas sostenibles y disruptivas para la construcción.
¿Quién iba a imaginar que una pared recién pintada, tan lisa y brillante, podría esconder un gran problema? La pintura es uno de los acabados finales que aportan belleza y protección a los ambientes, ya sean internos o externos. Pero detrás de este toque de color, hay una capa invisible que se acumula silenciosamente en nuestros ecosistemas e incluso en nuestros cuerpos. Según una investigación reciente realizada en Suiza, la pintura de construcción es una de las mayores fuentes de contaminación por microplásticos en océanos, ríos y otros entornos. Estos, de menos de 5 mm de tamaño, ingresan a los ecosistemas a través de la erosión y dichos residuos se acumulan en los cuerpos de los animales marinos y terrestres (y, en última instancia, en los humanos), cuyos impactos a largo plazo en la salud humana aún se están estudiando. Hasta el momento, las evidencias indican que la exposición continua puede contribuir a una variedad de problemas, tanto físicos como metabólicos.