Parece ser que el volcán del Xitle trazó un camino en El Pedregal de San Ángel para que las utopías de la modernidad comenzaran a materializarse sumergidas entre una vegetación muy representativa de la zona. 1950 es el año en el que dan inicio las obras de Ciudad Universitaria y sólo seis años más tarde la Biblioteca Central de la UNAM abre sus puertas al público, diseñada por el arquitecto y pintor Juan O’Gorman alberga más de 428,000 volúmenes de la colección general y 70,000 en su colección histórica fue declarada Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO desde el 27 de julio del 2007.
Considerado uno de los edificios más representativos del movimiento moderno la Biblioteca Central refleja una época importante en la historia en donde la integración plástica retiembla los muros de la arquitectura, esta integración plástica no sólo se da en las pinturas murales sino que también en los materiales utilizados en la edificación ya que se diseñaron muros de piedra volcánica labrada del mismo sitio en las bardas que abrazan el jardín interior y al norte del edificio, mismas que hacen alusión a las culturas prehispánicas mexicanas con representaciones de Quetzalcóatl, Ehécatl, y Tláloc respectivamente.
La Biblioteca Central expone a un Juan O’Gorman contagiado por el movimiento muralista de la época quien encuentra una forma de sensibilizar(se) para reescribir un discurso nacionalista que recoge simbolismos de la vida diaria traduciendo los caminos y los anhelos de una sociedad que mira hacia el frente; los muros de su arquitectura funcionalista ─que a su vez son elevados por una franja de cristal que simulan suspender el prisma─ son devorados por este mural titulado “Representación histórica de la cultura” que con base en piedras de colores seleccionadas de diversas regiones de México, refuerza la identidad nacional para elevar el valor de la cultura y conjugar el contexto natural con el construido.
Juan O’Gorman entiende a la pintura mural como una elemento de diseño en el proceso arquitectónico resultado del análisis de un contexto y un tiempo específico que puede tocar temas sociales, políticos y económicos para entender a la arquitectura como un proceso que traza un camino para seguir transitando.
Esta revelación de nuestro andar por el tiempo comienza en el muro norte que enuncia la historia de las culturas prehispánicas y describe tanto valores como símbolos y escenas representativas como la fundación de Tenochtitlán.
Al sur se desarrolla una lectura que alude la llegada de los españoles a México y la Conquista, así como el cambio de pensamiento en cuanto a símbolos y valores y la integración de la cultura indígena y europea.
Posteriormente, el costado oriente enmarca la modernidad mexicana protagonizada por la Revolución así como los avances científicos que plasman al átomo como principio generador de vida y nuevamente aparece la dualidad pero esta vez con los astros del Sol y la Luna.
Finalmente el muro poniente describe la época en donde se funda la Universidad con el propio escudo marcando así el inicio de una nueva etapa en la historia nacional basada en la ciencia, la cultura, el deporte, etc.
Siendo uno de los edificios más importantes a nivel nacional, la Biblioteca Central plasma nuestra historia como humanidad: cada piedra es un paso y cada paso es un viaje, estas caminatas simbólicas marcan un camino que fue transitado y que debe ser reescrito para recuperar esta continuidad de las cosas y así seguir progresando como nación.
El volumen vertical presenta en su base una franja de vidrierías que soporta visualmente el desarrollo de los grandes murales que cubren los diez niveles del edificio, símbolo de modernidad y de integración plástica.
