-
Arquitectos: Taller MACAA
- Área: 140 m²
- Año: 2025
-
Fotografías:Rafael Ortiz Santos
El Quincho es el núcleo común de KUSKA, un conjunto de piezas habitables articuladas con el paisaje andino, ubicado entre los parques arqueológicos de Písac y Uchuy Qosqo, en los Andes sudamericanos.
A diferencia de los otros bloques del conjunto —el Hogar y los Dormis—, esta pieza concentra su espacialidad en el interior y se plantea como un espacio colectivo de uso compartido entre residentes y visitantes. El nombre proviene de la tradición argentina del "Quincho" como ámbito doméstico de reunión social alrededor de la comida y la bebida, y se reinterpreta aquí como arquitectura de encuentro.
Al igual que en las demás construcciones, el adobe no se oculta: se expone como cuerpo, textura y sistema de soporte. La técnica tradicional del muro portante se articula con una espacialidad contemporánea que aprovecha al máximo las cualidades del material, generando una atmósfera robusta y cálida.
El uso de arcos como solución estructural evita dinteles, optimiza el comportamiento sísmico del adobe y permite incorporar nichos en los muros, resolviendo el almacenamiento de manera integrada. La inclusión de muros curvos, más allá de su valor plástico, acompaña la circulación y define el carácter envolvente del espacio.
La organización espacial responde a una configuración simple: un volumen principal con cubierta de tejas a dos aguas. La cumbrera, apoyada parcialmente en muros de adobe y en dos columnas de eucalipto, desplaza el eje estructural del techo respecto del centro del salón, generando una asimetría que, junto con la pendiente del terreno, refuerza la jerarquía interna sin necesidad de particiones.
El programa combina tres áreas principales: una nave central, una cocina y dos terrazas. El salón reúne una zona de estar, una mesa común, un bar conectado a la cocina mediante un pasaplatos y una puerta —ambos resueltos con abertura curva—, y un pequeño escenario ubicado en un nivel inferior. Entre el salón y el estrado, unos escalones de piedra funcionan como gradas informales, configurando un espacio flexible para actividades culturales y comunitarias.
Las terrazas extienden la experiencia interior hacia el paisaje circundante. La noreste, cubierta, situada entre la cocina y el salón, recibe la luz de la mañana. La noroeste, semicubierta y en continuidad al desnivel, actúa como mirador hacia el Apu Sahuasiray. La fachada oeste incorpora vitrales de colores que filtran los últimos rayos del sol, tiñen el interior con matices cálidos y colaboran con la acumulación térmica de los muros.
Finalmente, el Quincho propone una reinterpretación libre de la tipología basilical, despojada de su dimensión religiosa, para recuperar su potencial como estructura comunitaria. El salón funciona como una nave abierta y acogedora, donde arquitectura y cultura convergen en lo cotidiano. En este sentido, el escenario ocupa el lugar simbólico del altar: un punto focal hacia el cual se organiza el espacio. El muro curvo que lo abraza no solo acompaña su geometría, sino que actúa como remate espacial, acentuando la sensación de contención y cierre del conjunto.
