Los puentes y pasarelas son elementos de circulación horizontal que permiten establecer una conexión física entre los espacios interiores o exteriores de un proyecto para resolver su articulación y salvar, en algunos casos, los desniveles existentes entre los mismos. Estas estructuras suspendidas potencian las conexiones visuales entre los diferentes niveles y habilitan, a través de recorridos más dinámicos, la producción de secuencias intencionadas de encuadres.
El incremento del costo de la tierra, el crecimiento de los asentamientos urbanos y la escasez de espacios libres para la construcción, han detonado un crecimiento del desarrollo de viviendas unifamiliares de usos mixto en los últimos años, incentivando a las arquitectas y los arquitectos a incorporar dentro del diseño de las casas otros programas que involucran a la comunidad. Así, encontramos viviendas que son además locales de tipo comercial, cultural, educacional o industrial. Esta acción no sólo aporta diversidad y eficiencia, sino que también, ha permitido revitalizar los barrios circundantes al dotarlos de programas mixtos, y favorecer la integración social al proporcionar nuevos espacios que fomentan las interacciones y conexiones.
Este tipo de proyectos pueden crearse tanto de forma vertical -en una casa de 2 o 3 pisos- como en horizontal, diferenciando frente/fondo, abarcando dos terrenos vecinos o alrededor de un espacio abierto. A continuación, 12 ejemplos de casas de uso mixto.
Los patios y jardines exteriores en muchos casos cumplen un rol crucial en la configuración y organización de la planta de los proyectos. En ciertos casos pueden funcionar como elementos organizadores de los recorridos o como espacios articuladores que, además, aportan numerosas ventajas a los locales interiores, nutriéndolos con luz natural, mejorando las condiciones de ventilación y potenciando la conexión con la naturaleza sin que esto implique una pérdida de la privacidad.
Ya sea por la demolición total de un proyecto, por un reemplazo tecnológico –en la búsqueda de un sistema de cubierta más efectivo- o por el cambio parcial por rotura o desgaste de piezas particulares, las tejas suelen ser elementos que se acumulan con relativa facilidad entre los desperdicios de obra. Como su costo de producción es usualmente bajo, se las recicla o reutiliza con poca frecuencia y si se lo hace, en general, es bajo su misma función original -es decir se las limpia y se las coloca nuevamente en otro techo-. Por suerte, junto con la creciente toma de conciencia respecto a los costos ambientales de la producción arquitectónica y el aumento del compromiso en el tratamiento de los desechos de obra, han surgido algunos proyectos que logran recuperar estos elementos de manera innovadora para darles, a través del reciclaje, una nueva vida en muros, fachadas, parasoles, solados y hasta mobiliario.
Ecuador, por su clima y cualidades territoriales, posee una inmensa diversidad de bambús: tiene 6 géneros, y 42 especies identificadas, de las cuales 11 son endémicas. De todas ellas, la caña Guadua angustifolia es considerada la especie más importante en cuanto a su abundancia y propiedades físicas y mecánicas. El término indígena guadua fue empleado por las comunidades originarias de Ecuador y Colombia para designar a esta especie de “bambú nativo”, que luego sería rebautizado como “Guadua angustifolia” que significa “hoja angosta”–y taxonómicamente pertenece a la familia Poaceae y a la subfamilia Bambusoideae-. El uso de este material es tan antiguo que, según el libro ‘Nuevas técnicas de construcción en bambú’ (1978), en el Ecuador se han encontrado restos en construcciones que se estima tienen 9500 años de antigüedad.
En ciudades densas, donde las construcciones suelen desarrollarse en lotes entre medianeras, la gran proximidad a otras edificaciones ya representa por si sola un gran desafío a la hora de diseñar espacios de calidad que incorporen recursos como luz natural o ventilación cruzada. Sin embargo, esta condición a veces no es la única limitante: la naturaleza múltiple y cambiante de la ciudad, en algunos casos, pueden dar lugar al surgimiento de lotes atípicos -originados a partir de propiedades que se subdividen y generan nuevas parcelas o casas ensambladas que conviven en un mismo terreno-. En general, las dimensiones reducidas y las proporciones no convencionales suelen generar interrogantes en torno a cómo distribuir el programa eficientemente para aprovechar al máximo el espacio disponible
Operar en entornos urbanos genera que, en la mayoría de los casos, debamos tomar decisiones respecto a las preexistencias materiales. El incremento en la densidad de las ciudades ha afectado directamente en el porcentaje de espacio que se encuentra libre para desarrollar construcciones nuevas e independientes, dando lugar a debates entorno a qué posición debemos tomar frente al patrimonio construido que ha quedado obsoleto -por su detrimento o por no poder responder a las necesidades funcionales de la población contemporánea-. En situaciones donde las construcciones se encuentran demasiado deterioradas o los nuevos proyectos distan mucho de las posibilidades espaciales que un edificio antiguo puede brindar, conservar únicamente la fachada -a modo de envolvente exterior, casi como un elemento epidérmico- puede presentarse como una solución parcial que permite preservar, en parte, el carácter urbano de una obra si esta posee algún valor público o cultural. La controversia surge, por supuesto, de la falta de relación o vínculo entre el interior –transformado- y el exterior –conservado-.
La tierra es un elemento que se ha utilizado para materializar construcciones desde tiempos inmemoriales. Su bajo impacto ambiental y la variedad de técnicas existentes para trabajar este material han permitido la trascendencia de su uso en proyectos de arquitectura a lo largo de todo el mundo. Ya sea mediante tapiales, muros de tierra apisonada, paredes erguidas con sistemas de bahareque o estructuras en adobe, numerosos proyectos contemporáneos reelaboran y reinterpretan estos métodos tradicionales para dar forma a sus espacios.
Ofreciendo un alto grado de libertad formal y gracias a sus atractivas capacidades plásticas, el hormigón se posiciona como uno de los recursos constructivos elegidos con mayor frecuencia a la hora de materializar proyectos de arquitectura. Hoy en día, el desarrollo de las técnicas asociadas al concreto -incluyendo la variedad en la oferta de los encofrados, los controles en los procesos de curado y la cada vez más amplia capacitación de la mano de obra- permiten obtener resultados óptimos con terminaciones a la vista de gran calidad. Utilizar este material sin ningún revestimiento permite, además, abordar diversas exploraciones en torno a las tonalidades y las texturas, las cuales dependerán de las decisiones particulares de cada proyecto.
Desde cabañas remotas que se integran al paisaje hasta obras construidas completamente en bambú, en los proyectos ecuatorianos, la madera se presenta como un recurso versátil, apto para resolver los requerimientos asociados al habitar. Como estructura, cerramiento o mobiliario, combinándose con hormigón, piedra, ladrillo o metal, la madera ofrece una infinidad de aplicaciones que permiten la materialización de diversas búsquedas asociadas al lenguaje y la expresividad de los proyectos.
El ladrillo se posiciona como uno de los materiales identitarios de la cultura arquitectónica latinoamericana. La diversidad y versatilidad del mampuesto ha dado lugar a una gran heterogeneidad en sus usos y aplicaciones. Ya sea por factores económicos o estéticos, el ladrillo es utilizado “a la vista” –sin revestimientos ni terminaciones exteriores- en numerosos diseños de la región, evidenciando una gran riqueza asociada a sus texturas y tonalidades.