
Al hablar del ser humano, hablamos simultáneamente de un objeto y sujeto, o bien, tanto de un cuerpo (que permite la existencia de los sentidos) como de un alma (que los interpreta).
En Los Ojos de la Piel, Juhani Pallasma reflexiona – desde el punto de vista arquitectónico – sobre algunos de estos conceptos. En tiempo recientes, se le ha otorgado mayor importancia a la vista que a los demás sentidos, suprimiéndolos y, así, ocasionando la desaparición de algunas cualidades sensoriales y sensuales presentes en la arquitectura del pasado.
Tenemos que lidiar con la exclusión del tacto, olfato, gusto y audición de la práctica arquitectónica actual. Todos estos son partes de nuestra experiencia existencial, y cada uno desempeña un rol importante en nuestra construcción de la realidad que nos rodea y de nuestro propio ser-en-el-mundo. Por supuesto, no percibimos estímulos a nuestros sentidos de manera aislada, sino que se fusionan para brindarnos una experiencia interactiva, simultánea y completa. Un color, por ejemplo, captado por los ojos, puede evocar un sabor, así como observar una textura puede provocarnos una sensación en la piel que habitamos. Este tipo de gestos intencionados son los que marcaron la arquitectura en tiempos pasados; los que la elevaron al nivel del arte.
