Arquitectura contemporánea de Ecuador (1999-2015): el florecimiento de una crisis (Parte II)

En este artículo publicado originalmente en el tercer número de la revista rita, editada por redfundamentos, su autora Ana María Durán nos conduce a través de un breve transitar por el quehacer de la arquitectura contemporánea ecuatoriana. Cómo su punto de partida fue una crisis financiera profunda, que procreó intervenciones mínimas, de escasos recursos, y cuya trayectoria culmina con los excesos y despilfarros de un nuevo boom petrolero. Recalca los diferentes actores involucrados en este proceso; generaciones posteriores que dejan un legado que aboga por la responsabilidad del manejo de recursos, "hacer mucho con poco" y las nuevas generaciones, una generación con conciencia y herramientas que opta por el trabajo colectivo, poniendo los valores sociales sobre los individuales.

En este post presentamos la segunda y última parte de este artículo. La Parte II abarca los capítulos: Urbanismo, La arquitectura del territorio, Arquitectura, tecnología y valor agregado - Las propuestas corporativas, Lenguajes internacionales, El mercado de Bienes Raíces, Monumentalidad, Los iconos del socialismo del siglo XXI y Conclusiones. Nos muestra hechos de interés para la historia de la arquitectura moderna de Ecuador, sus actores y obras de relevancia. 

No olviden revisar la Parte I de este artículo, aquí.

Urbanismo

La tradición fundacional de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central sufrió un cambio profundo en los años 70, cuando primó una visión que le asignaba al arquitecto un papel ampliado como agente responsable de transformación social, cuya actividad no podía permanecer inmune a las condiciones de inequidad que se ahondaron durante las primeras explosiones urbanas, consecuencia de los diversos “boom” (cacaotero, bananero, petrolero) y expresadas en los grandes mantos informales que comenzaron a poblar las estribaciones de las montañas donde se asienta Quito o los esteros que irrigan los territorios de Guayaquil. Esta generación contribuyó con algunos de sus mejores urbanistas al país: planificadores y teóricos como Diego Carrión, Fernando Carrión y Hernán Orbea Trávez, quienes desde la academia y/o sus propuestas urbanísticas han contribuido a transformar las ciudades de Ecuador. En el caso de Cuenca, se ha mencionado ya el papel central que jugó Boris Albornoz, y en el de Guayaquil es imperativo recordar a Douglas Dreher por sus proyectos de regeneración urbana del puerto y sus frentes fluviales. Resuenan las obras de la Fundación Malecón 2000 como su homónimo Malecón 2000 y, a menor escala, el malecón del Estero Salado con su Centro de Convenciones Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno, obra dirigida por el arquitecto Luis Miguel Zuloaga Ayala y proyectada en colaboración con Carlos Alberto Fernández Dávila, Patricia Alarcón, Edison Ochoa, Katherine Avecillas, Ciro Tacle, Joyce Zapatier, Richard Navarrete y Juan Chávez. (23)

Una nueva generación de arquitectos urbanistas comienza a despuntar e incidir en la formulación de proyectos y políticas urbanas: Felipe Correa, desde Harvard y su escuela de diseño urbano profundamente marcada por la vertiente catalana del urbanismo (Joan Busquets); Jaime Izurieta-Varea, desde la plataforma conceptual del new urbanism, sus códigos de la forma, el concepto de transecto, la ciudad caminable y los usos mixtos; Lucas Correa Sevilla, en Quito, y Juan Pablo Malo, en Cuenca, también graduados del programa de diseño urbano del GSD (Universidad de Harvard). Lucas lidera en la actualidad el Plan de Ordenamiento y Desarrollo Territorial para Quito.

[26] MACCO, MCM+A (Rubén Moreira, Natalia Corral, Pablo Moreira, Yadhira Álvarez y Milton Chávez), El Coca (Francisco de Orellana), en construcción. Image Cortesía de MCM+A

La arquitectura del territorio

Otra vertiente clara, alineada con el renacimiento de las disciplinas del paisajismo y la geografía, cuya visión es una de la principales en el mundo del diseño contemporáneo a escala global, es la representada por el trabajo de arquitectos, arquitectos urbanistas y arquitectos del paisaje como Felipe Correa, Santiago del Hierro, Daniel Sáenz, Ernesto Bilbao, Carolina Hidalgo –tristemente fallecida en el 2013– y mi persona. Esta postura, muchos de cuyos principios se traslapan con la llamada a ser eficiente con los recursos, reclama una visión territorial y multiescalar a la arquitectura. Esta visión, recogida en las aulas de universidades estadounidenses, está en deuda con el legado de Ian McHarg y sus discípulos –James Corner y Anu Mathur, entre otros–, o con el legado de Michael Van Valkenburgh y quienes abordan el paisaje como un híbrido de naturaleza/ecología y cultura: Anita Berrizbeitia y, a través suyo, Carolina Hidalgo.

[24] Casa Infinita, Natura Futura Arquitectura (José Fernando Gómez), Babahoyo, 2014. Image © Sebastián Crespo

No sorprende que esta postura haya entrado en sintonía con la valorización de paisaje y territorio heredada de Odriozola y la rica escuela paisajística de Uruguay, mucho menos que sincronice con los preceptos animistas de una cultura prehispánica andina que construyó algunos de los monumentos arquitectónico-paisajísticos más contundentes de la humanidad y en los cuales arquitectura, infraestructura, asentamiento y paisaje son indisolubles. De hecho, la experiencia misma de paisajes con la potencia de la Amazonía o su contraparte, la cordillera andina, son la raíz primordial de esta tendencia, derivada de una preocupación genuina por el proceso de degradación medioambiental y cultural (cultura y natura también son indisolubles bajo la cobija de esta percepción) que ha experimentado el territorio sudamericano bajo las presiones del capital global, la extracción de recursos naturales y el despliegue de las infraestructuras necesarias para explotarlos y exportarlos. Según el antropólogo Tom Zuidema, en los territorios corrugados como la cordillera Andina o Los Himalayas, lo sagrado es la naturaleza, por lo cual, es menos imperativo construirlo como arquitectura.

En las zonas planas, argumenta, lo sagrado se erige. Esta reflexión explica la razón por la cual esta tendencia se afilia con la conservación de la monumentalidad y belleza del paisaje, pero no con una conservación pasiva, contemplativa, sino con la necesidad de mantener y perpetuar las ecologías sudamericanas mediante una rehabilitación y conservación productiva, que abogue por alcanzar un estado poscolonial mediante el aprovechamiento que ofrece el valor agregado tanto de nuestros entornos como de nuestras culturas, cuya genética puede ser fuente de nichos de mercado menos nocivos que la mera extracción. Ecuador apuesta por la educación y las biotecnologías, pero bajo una política de “extraerse de la extracción” mediante la explotación petrolera en la Amazonía y minera en todos los cuadrantes del país –apuesta análoga a la de casi todas las naciones que conforman la UNASUR–. Las propuestas de este grupo de profesionales entran en crisis con definiciones de progreso y desarrollo que emulan el recorrido de los países “desarrollados” sin cuestionar su modelo de desarrollo, evidentemente insostenible; y entienden el progreso como el valor agregado que se deriva de un potencial local en sinergia con otros potenciales locales a escala global.

[25] Casa Albergue, MCM+A (Rubén Moreira, Natalia Corral, Pablo Moreira, Yadhira Álvarez y Milton Chávez), El Coca (Francisco de Orellana), 2006-2012, Primer Premio Internacional en el Concurso Mundial de Hábitat Social y Desarrollo de la BAQ 2014. Image © Sebastián Crespo

En Ecuador, esta visión territorial de la arquitectura ha decantado en proyectos como el diseño propuesto por Ernesto Bilbao, ganador del Primer Premio en el Concurso Internacional Parque del Lago, para reciclar el vacío abierto por la migración del antiguo aeropuerto internacional de Quito hacia uno de los valles orientales de la metrópoli. El proyecto de Ernesto aprovecha latencias del terreno, como las zonas ecológicas que existían anteriormente a la construcción del aeropuerto y que son exploradas en tipologías de paisaje diferenciadas. El tiempo juega un papel preponderante en la estrategia propuesta para la intervención, cuyos preceptos permiten que la naturaleza haga lo suyo. Por otra parte, el arquitecto Luis López y la arquitecta del paisaje Carolina Hidalgo, además de reciclar una terminal de buses ubicada en la Av. 24 de Mayo –antigua quebrada de Jerusalén–, propusieron resucitar la ecología de este pliegue, sofocada cuando se la rellenó –una práctica común en la planificación urbana de Quito y que necesita ser revertida– para dar continuidad al suelo urbano. Este proyecto, que se articula mediante puentes peatonales a los barrios circundantes, ha sido muy bien recibido por las comunidades, que han sabido darle sentido al elevado porcentaje de espacio cuyo programa permaneció indeterminado justamente para estimular la apropiación y la participación. Deporte y cultura se dan encuentro en las instalaciones del Parque Urbano Cumandá. 

En Guayaquil también se abren paso proyectos que buscan recuperar la ecología de mangle y los esteros de la ciudad, cuya humedad y naturaleza de pantanal se han ido desecando en un proceso derivado de la estriación del paisaje: una vez trazada la grilla urbana, se van desecando los terrenos desde el perímetro hacia adentro; el agua retrocede hasta desaparecer –se anegan, paradójicamente, los esteros y se expande la costra de una ocupación que no ha sabido convivir con su entorno acuoso y ahora busca abrirle paso–. Cabe mencionar el trabajo llevado a cabo por el proyecto de “Generación y restauración de áreas verdes para la ciudad de Guayaquil: Guayaquil Ecológico”, cuyas intervenciones en fase de diseño o ejecución: el Malecón de la Ría, el Área Nacional de Recreación Samanes y su Bosque Protector Cerro Colorado están cambiando la faz de una ciudad que sufría el mayor déficit de áreas verdes y de recreación del país. Un importante precedente de estos proyectos, pionero en el puerto, es el Parque Histórico de Guayaquil. Entre Guayaquil y Durán se ha reactivado también el territorio de la Isla Santay, que de residual ha pasado a ser un importante centro turístico. Podría argumentarse que el proyecto de El Barranco de Cuenca, mencionado anteriormente, también trabaja dentro de estos lineamientos de recuperación cultural y ecológica.  Fuera de las ciudades principales, surgen aún con más naturalidad propuestas de diseño arquitectónico entendido como geología, como territorio artificial-natural.

[29] Sacha Jí, María Teresa Ponce Gatto y Diego Ponce Bueno, Lago San Pablo, Imbabura, 2011 . Image © María Teresa Ponce Gatto

El diseño del campus universitario “Ikiam - Universidad Regional Amazónica” se deriva de un análisis de la arquitectura Quechua Runa del río Napo y de las estructuras abovedadas de los Huaorani (Wuaorani). El proyecto ha ido mutando para acomodar funciones complejas que demandan sistemas de climatización artificial, manipulable, como los laboratorios y la biblioteca. Su propuesta paisajística está basada en la necesidad de remediar, rehabilitar y reforestar la selva desde una óptica productiva, alineada con la herencia agroforestal practicada por las culturas ancestrales de la Amazonía. En su geografía complementaria, la andina, se inserta Sacha Jí, un sistema disperso de funciones de hotelería de bienestar que se entierran en el corte montañoso para permitir que su pendiente remate en los dobleces de las cubiertas arquitectónicas, diseñado por Teresa Ponce y Diego Ponce [29]. (24) La montaña y lo construido se funden en un mismo sistema telúrico. Una estrategia análoga, en otro equipamiento turístico, Mashpi Lodge, en el Chocó ecuatoriano, (25) busca camuflar la arquitectura en su entorno mediante una estrategia de reflejo y transparencia, lograda en sus grandes superficies de vidrio; o de simple cabaña [28] de bosque, como la que concreta la sofisticada y “primitiva” estructura de Roberto Burneo. La más poética de las intervenciones de este grupo es el Mirador de la comunidad Shalalá [27], en el Lago Quilotoa, un puente que se sublima al detenerse a medio camino, en el aire frío de Los Andes, sobre los turquesas gélidos de un cráter, para celebrar la sacralidad del paisaje para el cual se construyen un auditorio abierto y un recorrido.

[27] Mirador en Quilotoa - comunidad Shalalá, Jorge Javier Andrade Benítez, Javier Mera Luna y Daniel Moreno Flores, 2013. Premio Nacional en la categoría de diseño urbano y arquitectura del paisaje, BAQ 2014. Image © Lorena Darquea Esquettini

Arquitectura, tecnología y valor agregado - Las propuestas corporativas

La asimetría tecnológica está en la base de las relaciones coloniales. Hay arquitectos que se centran en cerrar la brecha tecnológica desarrollando nuevos sistemas constructivos, cuyo valor agregado reside en el diseño. Todo puede hacerse en Ecuador y lo está demostrando el arquitecto indo-británico Jaskran (Jazz) Kalirai, quien ha introducido sistemas alternativos de construcción, inspirados en el high-tech británico, pero manufacturados en las metal-mecánicas o las industrias nacionales. Su proyecto Quito Publishing House [31] acaba de recibir el primer Leed Gold de Ecuador continental (el aeropuerto de Baltra, en las Islas Galápagos, recibió el primero del país), puesto que responde a la comisión de ejecutar un edificio corporativo nuevo según principios de diseño medioambientalmente responsables. La arquitectura, con sus componentes minerales y orgánicos, actúa como una maquinaria bioclimática, cuyas infraestructuras están diseñadas para reducir los costos en consumo de agua y energía; facilitar la flexibilidad y el mantenimiento; y promover la interacción social. El edificio cuenta con dos terrazas jardín, una chimenea de succión central y un sistema de captación y reciclaje de agua de lluvia. Si bien las celosías de la fachada inicialmente se propusieron como un sistema inteligente, capaz de regular el ingreso de luz mediante el uso de sensores, para reducir costos se optó por una animación parcial de la fachada, que exigió desarrollar un software que simula el clima en base a datos obtenidos del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología, y según cuyos parámetros se gradúan las lamas.

Lenguajes internacionales

La migración y los viajes de estudios al exterior han entretejido el quehacer ecuatoriano con quehaceres de otras latitudes; y una arquitectura moderna que siempre ha estado bajo el influjo de diálogos transnacionales se renueva con talleres como el de Gabriela Anker y Aaron Leppanen, quienes se conocieron en SCI-Arc, Los Ángeles, e introducen ahora nuevos lenguajes a la arquitectura ecuatoriana, como es evidente en su rehabilitación de la Biblioteca Gerardo Anker [30], con su despliegue de aspas que proyectan la actividad interior hacia el exterior. (26)

[30] Biblioteca Gerardo Anker, L + A Arquitectos, Colegio Einstein, Quito, 2013 . Image © Sebastián Crespo

El mercado de Bienes Raíces

A menudo, en los círculos más académicos de la arquitectura ecuatoriana, o por lo menos de la arquitectura para arquitectos, se demoniza al mercado de bienes raíces, con el corolario de que diseñar para él y sus comercios termina por percibirse como un acto impuro, de “venta” al sistema, pues el arte de hacer arquitectura se ve reducido al ejercicio de diseñar una mercancía. La consecuencia de esta visión es que muchos de los mejores arquitectos no participan en la construcción acelerada de la ciudad, cuyo principal actor sigue siendo la ingeniería o la producción servil de planos, según la lógica de “el mayor número de metros cuadrados que la normativa permite al menor costo posible”. En medio de la mediocridad mercantil, da gusto encontrar obras de excelentes arquitectos que deciden hacer lo contrario: involucrarse y contribuir a transformar desarrollos inmobiliarios en proyectos de arquitectura.  

[31] Edificio Urban-A, Diez + Muller Arquitectos, Quito, 2008. Image © Sebastián Crespo

Monumentalidad, los iconos del socialismo del siglo XXI

Es innegable que el gobierno nacional ha jugado un papel pivote en el desarrollo de la arquitectura contemporánea del país a través de una serie de concursos que han facilitado la incursión de nuevos actores, sobre todo de arquitectos emergentes con propuestas renovadoras. La arquitectura financiada por el sector público abarca un amplio rango que va desde obras de pequeña escala, como el mirador en la comunidad Shalalá, hasta megaestructuras, como las plataformas gubernamentales [33] o la sede de UNASUR [34], esta última un desafío estructural, con sus enormes voladizos, que ha sido recibida con polémica en el medio por su implantación, su inesperada imagen corporativa y su coste. La postura del gobierno hacia la arquitectura ha sido variopinta: cubre desde la aplicación de tipos replicables que se multiplican ad infinitum en el territorio (UPCs, propuestas de hospitales tipo, viviendas de bajo costo que se reproducen sin variación) hasta intervenciones de carácter único, como el mirador o la UNASUR, pasando por tipologías análogas, como ocurre en el caso de las plataformas gubernamentales: una serie de nuevos centros cívicos que aspiran reorganizar la infraestructura física del Estado y cuya imagen arquitectónica, expresada en la barra horizontal sobre pilotes, con terrazas jardín, tiene ecos corbusieranos de modernidad clásica. (27) En esta misma línea se configura el anteproyecto de  diseño urbano y arquitectónico para el Complejo Legislativo de la Asamblea Nacional de Ecuador [32], de evidente corte “catalán” en su propuesta arquitectónica y paisajística. Lo que está claro, pues subyace como patrón, es que desde el punto de vista de la imagen, la que se ha privilegiado es una de carácter moderno, en el sentido tradicional del término.

[33] Plataforma Gubernamental de Desarrollo Social, Boris Albornoz, Quito, 2012. Primer Premio Concurso Nacional. Image Cortesía de Boris Albornoz

Ecuador tiene pendiente su modernización y, si bien está lejos de lograrla desde el punto de vista productivo, aspira a ella y la construye según los principios de una arquitectura moderna que se revaloriza y renueva. La Plataforma de Sectores Estratégicos, por ejemplo, se levanta sobre pilotes para permitir el flujo peatonal, espacial y visual al nivel del suelo: un gran espacio público que vincula al Parque de La Carolina con el corazón del edificio administrativo, el barrio La Pradera, el futuro metro de Quito y la Avenida Amazonas, generando un nodo al interior del centro cívico, cuyo atrio se constituye como nueva centralidad e intersección de una red de circuitos peatonales que permiten transitar un territorio que ha permanecido bloqueado durante décadas y se reactiva ahora con una propuesta paisajística de especies nativas y “andinidad”. La implantación dialoga con el trazado del Plan de Odriozola al ubicar diagonalmente las dos barras paralelas y articuladas, cuyas fachadas recrean y reformulan el brise soleil como dispositivo bioclimático, contribuyendo a reforzar los principios de transparencia y permeabilidad que rigen el diseño, tanto desde un punto de vista conceptual como simbólico. Las lamas se alivianan mediante micro-perforaciones sin que se comprometa su desempeño, las cubiertas verdes contribuyen al balance térmico del edificio y –un aspecto emulable– se reaprovechan las aguas del nivel freático para cubrir el riego de las áreas verdes en los períodos de lluvia, y el 50% de su abastecimiento en los períodos secos (esto revierte una práctica común en Quito: bombear el agua del nivel freático –un recurso tan valioso– para simplemente depositarla en el sistema de alcantarillado de la ciudad). (28)

[34] UNASUR, Diego Guayasamín, Mitad del Mundo, 2014. Image © Sebastián Crespo

Conclusiones

Lo interesante de transitar brevemente por el quehacer de la arquitectura contemporánea de Ecuador y observarlo en esta suerte de panorama, que dista mucho de ser exhaustivo ni pretende serlo, es que se evidencian varios aspectos que vale la pena anotar. El primero es la conspicua ausencia de desarrollo de tecnologías digitales. Ecuador cuenta ya con un FabLab, y le debe a la juventud y a MIT que las tecnologías de las tectónicas de lo digital sean por lo menos incipientes en el medio. El uso general que se les da a estas tecnologías todavía está supeditado a la representación –maquetas virtuales, visualización e impresión de maquetas físicas– pero dista mucho de ser una exploración de sus potencialidades desde la óptica del diseño, la fabricación y la construcción; por no mencionar las potenciales aplicaciones a escala urbana –nuestras famosas zonas informales son sistemas no-lineales por excelencia– y territorial –la naturaleza es, en última instancia, el sistema paramétrico, cuyo estado, en un punto determinado del tiempo y espacio responde, precisamente, a la interacción entre millares de valores–. También es evidente una casi total ausencia de crítica arquitectónica. Desde el punto de vista de la historia de la arquitectura, Ecuador está en deuda con figuras como Alfonso Ortiz, Inés del Pino, Evelia Peralta, Rolando Moya, Rómulo Moya y Florencio Compte, quienes detonaron con sus libros, ensayos y revistas un interés por documentar, describir, archivar y analizar la producción arquitectónica nacional. A su trabajo solitario se suman hoy nuevos actores: María Augusta Hermida, en Cuenca; Ana María León, en Guayaquil; Shayarina Monard, en Quito. Sin embargo, crítica la escriben pocos, acaso para evitar represalias en un medio que todavía es parroquial y reducido. Otro aspecto relevante es la ausencia de un “buen genérico”, una base crítica para la construcción positiva de toda ciudad: el genérico de Ecuador, desde los años 70, es una pobre aplicación de un monosistema constructivo, ubicuo, incuestionado: estructura de hormigón rellena con bloque de cemento, cuya geometría arroja aristas duras y cuya falta de tratamiento se traduce en un proceso de cementación de los paisajes. La arquitectura, en lugar de realzarlos e integrarse a ellos, los arrasa y calcifica. 

Pero lo más interesante que surge luego de este breve viaje por el Ecuador de la arquitectura contemporánea es notar que el punto de partida fue una crisis financiera profunda, que procreó intervenciones mínimas, de escasos recursos, y cuya trayectoria culmina con los excesos y despilfarros de un boom petrolero que nos embarca, una vez más, en el círculo vicioso de los auges y caídas de las economías extractivistas, que desde el punto de vista estético parecen oscilar entre visiones de riqueza nueva y proyecciones concebidas desde la limitación. ¿Logrará liberarse, finalmente, América del Sur de su condición de colonia de mercado? Quizás. No podemos perder la esperanza en la generación global, cuya visión trasborda nacionalidades y piensa en territorialidades planetarias; cuya actuación logra ver más allá de cualquier horizonte o interés circunscrito; de una manera medioambiental, geográfica, consciente de que nos movemos en un mundo construido de interdependencias e interrelaciones, muchas de ellas invisibles, todas concretas, de impacto real y específico. Pangea renace no como masa geográfica, sino como red global, y sus ciudadanos serán de otra naturaleza. Me pregunto si parecidos a los ecuatorianos que contribuyen a transformar espacios en lugares alejados de su patria, como Ricardo Zurita (Nueva York) (29), Felipe Correa (Nueva York/Cambridge MA)30, Carlos Zapata (Nueva York), Alfonso Jurado (con base en Miami), Andrés Núñez (ahora en Moscú), Macarena Chiriboga (Bali) (31) y Eduardo McIntosh (China). (32) El Ecuador que ha florecido de la crisis es otro Ecuador y a sus “jóvenes” (25–45 años) he decidido dedicar estas páginas. No puedo terminar sin reconocer que por limitaciones de tiempo y espacio he excluido a actores importantísimos de generaciones anteriores, cuyos lápices continúan reconfigurando las ciudades modernas de Ecuador y cuyos equipos son actores vitales de la contemporaneidad. Queda pendiente un ensayo, igualmente limitado e impotente ante la totalidad de las agencias –anónimas o no– que transforman las ciudades y los campos del país, sobre las generaciones que nos precedieron y cuyo valioso trabajo merece que nos detengamos a estudiarlo. 

Revisa la Parte I de este artículo, aquí.

(24) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “María Teresa Ponce Gatto: tierra y luz”, Revista Clave, Quito, noviembre-diciembre 2014.
(25) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “Mashpi Lodge”, Revista Clave, Quito, septiembre-oc- tubre 2012.
(26) Ver “Gerardo Anker Library / L+A arqui- tectos” 15 marzo 2014. ArchDaily. Accedido el 09 Mar 2015. http://www.archdaily. com/?p=486439
(27) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “El camino hacia las nuevas centralidades: una política de diseño” en Revista Clave, Quito, agosto-septiembre 2014. Este ensayo es una actualización del original, publicado en CORREA, Felipe. Una línea en Los Andes. Cambridge: GSD-Harvard, 2012
(28) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Jaramil- lo Van Sluys: Arquitectura a la n potencia” en Revista Clave. Quito, marzo-abril 2015.
(29) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Ricar- do Zurita: labrando arquitectura en Nueva York”, Revista Clave, Quito, noviembre-dic- iembre 2012.
(30) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Felipe Correa: vislumbres de Quito”, Revista Clave, Quito, mayo-junio 2011
(31) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Macarena Chiriboga Vela: arquitectura vege- tal”, Revista Clave, Quito, mayo-junio 2011.
(32) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Edu- ardo McIntosh: Itinerancias”, Revista Clave, Quito, junio-julio, 2014 

Sobre este autor/a
Cita: Ana María Durán. "Arquitectura contemporánea de Ecuador (1999-2015): el florecimiento de una crisis (Parte II)" 08 oct 2015. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/774535/arquitectura-contemporanea-de-ecuador-1999-2015-el-florecimiento-de-una-crisis-parte-ii> ISSN 0719-8914

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